20111217

Pasa el tiempo

Hace mucho tiempo que no hablamos, aunque debería decir: "hace mucho tiempo que no te hablo". Sé que todas las veces que pueda disculparme antes de perder la voz, no son más que otra forma de ganarme un puñetazo en el brazo, sin olvidar la inutilidad de la que van acompañadas. Sé que no te importa, o que lo aparentas muy bien. Pero a pesar de todo ello, perdóname. No quiero justificarme con haber estado ocupado con la universidad, o evadir el tema con los asuntos que han abordado mi vida este tiempo, no, no es justo para nadie. Sé cuánto te preocupas por mí,-no todo el mundo me escucha como lo haces tú- y no puedo dejar de agradecértelo. Pero siento que te hago daño cuando sólo quiero protegerte.

La luna está preciosa a estas horas de la noche. Y sentir el aire frío a través de la ventana, me hace sentir fuerte.


Tal vez creas que me alejo. No te equivoques,-por favor- porque no lo hago. Sé lo difícil que es, pero si me alejo,-es para proteger a quienes quiero- es para luego acercarme más a ti. Perdóname, a veces siento que me ahogo en el mundo, como un pez fuera del agua...No, más bien como un tiburón repudiado fuera del agua: asustado y desesperado, lanzando feroces dentelladas y buscando un lugar al que pertenecer...Pero qué estupideces pienso...


Aunque me cueste admitirlo, de alguna manera te he echado de menos. Es gracioso, lo sé, nos hemos visto prácticamente todos los días. Pero aún así te echo de menos, y echo de menos hablarte como lo hacía entonces. Aunque ha llovido bastante desde aquel entonces.

Es tarde, pero no parece que el sueño quiera acostarse esta noche conmigo. Está visto que la suerte no me sonríe desde hace algún tiempo.

¿Recuerdas cuando nos conocimos? En aquellos tiempos de primero de bachillerato- que viejo parezco hablando así- llenos de historias y peculiaridades. Todo ocurrió porque aquel verano empecé a escribir mi cuaderno rojo,- y este año ya lo terminé- siempre iba conmigo, y siempre acababa enseñándoselo a alguna chica, a ver si surtía efecto. Pues con cierta chica bajita y de pelo oscuro, parece ser que funcionó. Y ya no sé si fue por A, por B o porque esta chica nos presentó, acabé conociéndote.

Me resulta gracioso el hecho de que me resulte gracioso que no pueda para de reír, porque me haga gracia a mí mismo. Es tan gracioso y absurdo, que hasta desde esta perspectiva tan kafkiana, los ejercicios de física me resultan divertidos.


Nos hicimos amigos muy rápido y congeniamos en seguida: como el buen vino y la cena adecuada. Pronto estábamos los dos mano a mano, haciendo de las nuestras.Con gran ilusión .Con fuertes esperanzas e ideas de cara al futuro. Juntos íbamos a cambiar el mundo, darle un giro de setecientos veinte grados, y llegar a lo más alto, juntos. Pero realmente, todo fue eso, una ilusión.

El sonido del teclado a estas horas de la noche, me resulta un tanto, infernal y molesto. Cuesta acostumbrarse. Aunque más me está costando decir lo que pienso y lo que siento. ¡Demonios! Estas cosas no me ocurrían cuando estaba solo. Simplemente me limitaba a quejarme por estar solo, y a envidiar a todos aquellos que no lo estaban. Estoy hecho todo un quejica.


Dejamos de hablarnos durante una muy larga temporada. Yo no estaba en el mejor de mis momentos precisamente,-estudios, amistad, familia: todos bien revueltos dentro la batidora- así que decidí aislarme. Necesitaba estar solo, quería estar solo. Pero también me dolía.
Cuando las cosas parecieron estar más calmadas, empezó un nuevo periodo de "felicidad". Todo parecía ir perfecto y sonreír. Pero ni existen las cosas perfectas, ni todas las sonrisas son de alegría. Unos dos meses después, mi mundo volvió a desmoronarse. Todo volvió al caos, y yo encerrarme en mi pequeña habitación del pánico.-Fue en entonces cuando en gran medida, me convertí en lo que soy ahora- A decir verdad, me dolió más de lo que quise creer, y mucho más de lo que esperaba.Sí, ya lo esperaba.


Pero decidí ser fuerte y seguir adelante. Por lo que me agarré al único clavo ardiendo que me quedaba, el Wushu. Aunque poco a poco, me di cuenta de que no fue sólo cosa del Wushu, hubo mucha más gente. Gente que siempre ha estado ahí detrás, amortiguando la caída.Gracias.


Qué rápido se me está pasando el tiempo. Parece que quiere huir de mí. Aunque supongo que llegará tarde a algún sitio.


El verano se hizo breve y nada demasiado especial. Aunque sí quiero destacar el curso en la UAM. El resto fue: entrenar, escribir, pasar calor, jugar a la consola y salir a Plaza. No estuvo tan mal ahora que lo pienso.
Y al fin terminó el verano, y con ello dio comienzo el archi temido y odiado curso de segundo de bachillerato. Al principio todo parecía fácil, luego comenzaron a llover exámenes, más de uno cada semana.  Como necesitaba una buena nota para entrar en la carrera que quería, decidí ir a estudiar a la biblioteca. El tiempo que allí pasaba, dejó de medirse en horas para medirse en jornadas. Y así cada semana.
Pero no todo fue ese martirio. Se presentaron muy buenos momentos a lo largo del curso, empezando quizás por dos de octubre. Buen día aquel, aunque el evento en sí no fue gran cosa. Guardaré para mí todo lo que pienso sobre ese día. Pero con el tiempo, ese día a trascendido hasta el punto de que hoy estoy diciendo esto. Aunque mucho antes, supuso que volviésemos a hablarnos. Probablemente por envidia hacia cierta persona, -me ha resultado curioso el darme cuenta de cuán parecidas son esta persona, y quien nos presentó- y cómo por esa misma regla de tres, he empezado a dibujar y a hacer muchas otras cosas.
Ha pasado casi un año desde que volvimos a hablar. Y han pasado cientos de cosas desde ese día. Muchas de ellas te las he contado, y has sido tú el único que las ha comprendido todas. Sé que no te lo he puesto fácil en muchas ocasiones, y probablemente hayas querido matarme en otras tantas. Nuevamente, me disculpo por ello, y por todo lo que has tenido que tragar desde entonces. Siento no poder expresarlo mejor o de alguna manera espectacular y llamativa. Siento no haberlo hecho único, pero no sé hacerlo de otra manera. En cualquier caso, muchas gracias por todo, a ti y a todos: gracias por estar ahí.




20111109

Dulce llaga de amargo calor.

Y así cayeron tus labios del cielo,
como una marea que rompe la tierra,
como una fuerza que arrastra todo hacia un abismo
con gotas de lluvia.
Pero no llueve.
Mis manos están vacías,
salvo por la sangre que dejó tu corazón entre mis dedos.
Se ha condensado en mis ventanas,
y ahora mis días son del color que recorre tu cuerpo.
Busco en el espejo a cada instante,
un reflejo de lo que creí ser en su día:
de mentiras una marioneta,
de ilusiones un cajón.
Pero poco a poco
se las fue llevando el viento,
hasta ser sólo los hilos rotos
de una marioneta estropeada.
Cuando creí doblarme,
fue el gris de las cenizas lo que me tumbó en el suelo,
y así me levanté con el verde de tus ojos:
como un muñeco de palo echo astillas.
Sin el recuerdo de un ayer
o la esperanza de un mañana,
escucho al mundo gritar las ebrias palabras
que apestaron a colonia barata.
El lugar que no vuelve llamó a mi puerta
preguntándome por la tercera letra de tu nombre,
y las piedras marchitas en el viento
robaron con un beso mi último aliento,
para perderme en el rincón de mi cabeza,
en el que poder esconderme tras mis únicas mil razones para no decir lo que siento,
en el que poder ser el marionetista tras la marioneta:
de hilos rotos y sonrisa estropeada.
Y es así como gota a gota
se secan mis entrañas,
como noche a noche
me pierdo en un rincón oscuro
en busca de un momento en el que poder disfrutar mi sufrimiento.
Poder hacer de la realidad
el final del cuento de "La Sierenita"
y firmar como el tercero de los hermanos Grim.
Desesperarme a cada hora, a cada minuto, a cada segundo,
sonreír y darme la vuelta en la cama,
esperando la respuesta del frío entre mis sábanas.
Y es así como arrasa y destroza
la fuerza que melló el agujero de mi ser
en el que había una piedra roja que ponía "corazón".



20111105

Esperanza

-¡Drake!¡Deja de decir idioteces de una puta vez y despierta! .- La cara se hundió bajo su puño y Drake salió rodando por el suelo, dejando el suelo manchado con la sangre que caía de su nariz.
-Sabes que tengo razón.- Dijo levantándose torpemente del suelo mientras se limpiaba la sangre con el dorso de la mano.- La esperanza es tan inútil como una espada roma. Sólo nos hace daño.
La golondrina pió un par de veces más. Saltó gracilmente y partió a surcar el cielo sobre sus pequeñas alas. Pero no llegó a tocar el sol, tan sólo a mirarlo entre las copas de los árboles, que sacaban a relucir sus caras más perversas mostrando su desnudez.Y fue entonces cuando comenzó a llover.
Keji jadeaba expectante sobre la moqueta de hojas marrones. La expresión de su rostro era forzada: con los dientes apretados y los ojos fundidos en rabia.
-Te equivocas.- Dijo mordiéndose el labio.- Sé tan bien como tú lo que es el dolor y el sufrimiento. Y sí, sé que tienes razón. Pero no quiero creerlo. Me niego a aceptar que eso sea así. No quiero vivir en un mundo que haya perdido la esperanza, un mundo sin valor ni ideales. No...
Drake se lanzó sobre Keji embistiéndolo con puñetazo. Este fue desplazado debido al impacto, pero Drake no cedió, y continuó lanzando golpes. Keji se limitaba a repeler o esquivar cada uno de los golpes de Drake, componiendo una rápida sonata visual mezclada con el sonido de los choques y los bufidos, bajo el estruendo que causaba la lluvia al caer.
-¿Por qué no quieres entenderlo Keji? ¿No tuviste suficiente con la pérdida de tu hermana? ¿No recuerdas por todo lo que tuvo que pasar? ¿Acaso van a ser en vano todas esas lágrimas que nacieron en sus ojos?
Por un instante Keji perdió la concentración en el combate, recibiendo un puñetazo en la boca del estómago, despidiéndose así de la respiración. Pero fue la patada en el pecho tras el barrido, la que le hizo vomitar sangre al levantarse del suelo.
- No dejaré que las lágrimas que una vez tocaron el suelo, hayan sido en vano. Ni dejaré que sus esperanzas mueran con ella. Yo seré la luz que las proteja; y mis puños, la espada roma que las defienda ¡hasta el final!
Ambos dos entablaron combate envueltos en un remolino de hojas y feroces golpes. Cada vez más y más trazos de sangre se esparcían por el suelo o incluso en los troncos de los árboles.
En algún momento, Drake lanzó un puñetazo abriendo su defensa. Keji aprovecho para interceptar el golpe, y asestarle un fuerte golpe en el pecho que lo postró de rodillas con un fuerte aire de confusión.
- Acaba con esto de una vez.- Clamó Drake con una voz débil y rasgada.- Demuestra que tengo razón y es inútil la esperanza...
Keji lo cogió del cuello de la chaqueta y le asestó un cabezazo en la cara, salpicando el agua de su pelo.
- Siempre existirá la esperanza. Desde el momento en el que exista el hombre, existirá la esperanza y el valor. Y ambas dos empujaran al hombre a lo más alto, convirtiéndole en el ser más poderoso. Porque siempre habrá valor, al igual que siempre habrá esperanza.Siendo nosotros, la espada roma que proteja estos ideales...- Sin soltarle el cuello de la chaqueta, Keji se acerco a Drake sin dejar de mirarle a los ojos. Hasta sus labios coincidieron en la espesura de un beso manchado con sangre.- Siempre hay esperanza Drake, incluso para ti.
Keji dejó a Drake con ojos llorosos postrado en el suelo, en un lecho de hojas y sangre bajo la ya espesa lluvia; y marchó caminando rumbo al horizonte. Con las luces del anochecer apareciendo por la lejanía, como un cuadro en tonos cálidos en el que se hubieran dibujado estrellas.
Y fue así, como paso tras paso, Keji desapareció en la  distancia.




20111027

Maldita indiferencia

Las noches se repiten y eternizan entre las voces y los pensamientos que poco a poco van haciendo surco en mi interior, desamueblando el caos en mi cabeza y deshilachando la red que tejió la araña de las mentiras.
Deambulo por los más oscuros misterios que envuelven mi cabeza, mientras acostado en mi cama solitaria elijo si hoy será prosa o poesía. Pero al hacerse la indiferencia la máxima regla de decisión, entre los traspiés de mi memoria: recordando a quién "hamaba" y quién amé, siendo un nombre de seis letras el que parecía mecerse sobre el viento. Pero al abrir los ojos al son de mis aliterantes pensamientos, caí en la cuenta de que era incapaz de decidirme, así que apreté los dientes y dejé que el orgullo levantase mi cuerpo hasta dejarme frente a los libros de mi biblioteca: en una estantería libros de prosa, en otra, de poesía. Y fue así como yo, tonto e indeciso, dejé mi elección en manos de la rima fácil. Para acabar buscando en mi estantería, un libro de prosa entre los libros de poesía.

20111026

Luces de la discordia

Lágrimas que caen sobre lágrimas.
Lágrimas color desaliento.
Las lágrimas que arrastran tu rostro
y se llevó el viento;
las lágrimas que reflejan la sangre
y sonríen en llanto.

Flores de ceniza pintan las lágrimas
del verde color que legó la discordia,
tiñendo de rojo su último amanecer
en el valle que lloraron tus ojos dolidos.

Mátame si es venganza lo que buscas,
mitiga tu dolor bañándote en mi sangre.
Haz realidad tus mentiras y sufrimiento,
que no seré yo quien recoja tus restos:
pedazo a pedazo, lágrima a lágrima.

Consúmete en el dolor de tus recuerdos;
no agarres la mano que te brindo,
no me dejes luchar a tu lado
ni realizar tus sueños arriesgando los míos.

Dejaré el camino marchito de penas,
e invocaré el sabor de la muerte
para secar tus lágrimas con su calor
y saciar mi hambre con las entrañas de tu sufrimiento.

Deja que los sentimientos sean
la fuerza que recorra esta noche mis venas;
deja que mi roja sangre fluya
como al deslizarse por tu cuello
susurrándote en la piel,
convirtiéndome en un sordo ante tus gritos;
en la abeja escondida entre tus piernas
en busca de su roja miel.

20111010

La señora Rodolfa

Todos los días te levantas la noche antes de nacer, cuando tus padres se han marchado de casa y no te queda más remedio que ser el hijo de la vecina. Pero entonces llegan los religioso haciendo ese desdeñoso ruido al que huelen las pantuflas de doña No Tengo Dónde Sentarme. Y entre eso y la cogorza de noche vieja, se nos hizo tarde para la vendimia.
-!Pero hijo mío si aún estamos a un paso de la evolución, qué diantres estás hablando de circunvalar la radial quince¡
-Que no madre, que no, que las uvas hemos de comprarlas pronto que a este paso nos las darán en botellas de vidrio.
Y es en ese preciso instante en el que recaes sobre la absurda idea de una epidemia de locura generalizada.
-!Que no cunda el pánico¡ Llevo mudas limpias.- Gritan los perros del vecino oblongo (él no, los perros).
Pero ya es tarde para el consomé, es la cuarta vez que te levantas del baño para contestar al teléfono, y es la sexagésima vez que cuelgan porque no te has la vado las manos primero.
Y en esto queridos amigos, consiste el timo de las lavativas.

20111006

El color de la fotografía

El olor a asfalto mojado cubría parte de la fotografía, junto con el ruido impreso de los coches. Los semáforos no paraban de cambiar: del rojo al verde, del rojo al verde, pero siempre pasando por el amarillo.    Los autómatas se convertían en borrenes espontáneos al ritmo de la aliterante melodía que escupían las cajas grises de los semáforos.Y durante esa pequeña eternidad en la que se embuten los cruces de las ciudades, yo perdí mi cordura junto a mis propias vacilaciones.
Apenas unas calles más allá, quizás sólo unos metros, o quizás más. Un niño perdía su globo, aunque mejor dicho, el globo perdía a su niño. Lo abandonaba dejándolo cada vez más atrás, cada vez más lejos y más lejos. Pero el "click" del obturador pasó desapercibido entre el sonido de los coches, hasta completarse el silencio.
A la semana siguiente la gente lo olvidaría, pero al igual que la inmensa mayoría, a la mañana siguiente se sentarían en una mesa de madera, o tal vez de cristal, e incluso puede que simplemente corran a acelerar sus vidas, a llenarse la cabeza de pesadumbre, de ideas amargas y vacías. No sé si serán unos pocos los que leerán el periódico con cada una de sus letras, o simplemente serán todos los que giren las hojas en desgana, sin leer apenas los títulos. Serán muchos los que salten a la sección de deportes y sigan en su túnel. Pero no me importará,  ya estaré muerto y sólo seré un recuerdo en un semáforo, una fotografía en el tiempo con el "click" de mi cámara impreso.
El sol acariciaba pasionalmente el rostro del globo, excitando su sangre, haciéndolo crecer hasta explotar. Las partículas dispersas tras la pequeña explosión colisionaron sobre otras partículas cargadas de energía, produciendo un apenas perceptible cambio en el espacio y por tanto en el tiempo, transmitiendo su agitación en forma de un pequeño campo electromagnético, que indujo una energía sobre electrones libres allá a lo lejos por la ionosfera, el hogar de los truenos. Fue así como comenzó un estallido vestido de incertidumbre y superposición a lo largo de un periodo determinado dentro de un conjunto real formado dentro del espacio-tiempo, llevando a cabo el mismo recorrido, la misma trayectoria...
La lluvia calló sobre el asfalto como un gatito asustado sobre la lápida de su dueño. Las ventanas se tornaron moteadas con un fondo gris, mientras la atmósfera se cargaba con el sabor pálido de la angustia. Los semáforos cambiaron rápidamente de dirección en su particular espectáculo digno de cualquier feria mediocre.
Y corría sin ninguna razón, simplemente corría, como huyendo de algo: de mis pensamientos. A cada paso, la lluvia se oponía a mí, y el siguiente paso se volvía un abismo en el que antes gustaba mirar, pero ahora sencillamente él se sentaba a mirarme a mí a lo largo del infinito camino que suponía el siguiente paso tras el primero. Una vida entera recorría mi memoria esquina por esquina al tiempo que mi propia hipocresía mostraba su más burlona carcajada entre lágrimas. Pero el "click" del obturador pasó desapercibido entre el sonido de los coches, hasta completarse el silencio.
El olor a asfalto mojado cubría parte de la fotografía, junto con el color de la sangre bajo mi cuerpo muerto.

20111003

¿Recuerdas aquel día?



-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. El viento arrastrado por las flores de otoño, la alegre cara del sol entre tus cabellos, o quizás los perlados ojos de la luna en tu sonrisa de caramelo. No sabría decirte qué fue lo que me hizo quererte…

Los pasos sonaban tenues, marcados por la solemnidad de un réquiem interpretado por su magnánima orquesta de premura. El vibrar del suave cordófono, el chocar de las ramas al compás, la pasividad de las miradas enmascaradas con tristeza, el pizzicato de la lluvia, la intromisión del trueno, la fuerza del metal, la soledad.
Aquellas pútridas caricaturas de odio inundaban el ambiente con el olor del desprecio, del odio. Sus humeantes cuencas de ojos vacíos, apenas podían alejarse de mis pupilas.
Sus simiescas y deformes figuras eran la encarnación de la desdicha, la envidia, la hipocresía, el dolor. Aquellas patéticas sombras a las que yo llamaba “amigos”, no eran más que tristes marionetas, trastos inútiles nacidos de la mugre, desperdicios, el Mal…

-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. Era frío, triste, gris. La alegría parecía muerta. Los ánimos, quejumbrosos, obsoletos, acabados. El lacio pelo sobre tus hombros o la apagada sonrisa de sabor amargo. No sabría decirte qué fue lo que me hizo odiarte…

El aleteo de los cuervos bajo la lluvia, rompiendo la hermosura de la tensión del silencio. Las nubes escondidas en la inmensidad del horizonte como un negro manto de osadía. Los cuchicheos, las voces de la perdición, el turbio ambiente, los ecos de aquellos que fueron y ya no son, el tiempo perdido, la infinitud de un recuerdo que se disipa en el tiempo, lágrimas que se pierden en la lluvia y besan la tierra, el gélido abrazo de la muerte. Rostros de temor, gritos ahogados, desesperación…

-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. Yo dibujé mis labios sobre los tuyos, dije que te amaba y nos hicimos uno en la noche. El fuerte latido de tu corazón, las dulces lágrimas brotando de tus ojos o la sangre resbalando entre mis dedos. No sabría decirte qué fue lo que me enamoró…

Y los campos verdes pintados de gris se tiñeron de sangre. Y el sol cayó de su celeste bóveda. Y la luna se escondió detrás de las estrellas. Y el ruido se convirtió en el silencio que acompaña a las almas en pena. Y el mundo se detuvo apenas unos instantes. Y la vida se convirtió en una breve sucesión de imágenes a lo largo de un túnel sin luz. Y Dios le dio la espalda al universo para girarse en la eternidad…

-¿Recuerdas aquel día?
-No ¿qué día?
-El día que dijiste que me amabas.
-Sí, aún lo recuerdo. Aquel día te maté…



20110909

私はあなたを希望 [Watashi wa anata o nozomu]

Durante un instante mi corazón ralentiza su pulso hasta el infinito silencio de la soledad. Las arterias se dilatan bruscamente en pos de una muerte asegurada. Los músculos se tensan en su desesperación, y suplican como lo haría una persona con un arma apuntando a su cabeza. Pero aunque infinito, el momento de eternidad es algo breve, haciéndolo aún más mágico e indescriptible. Recuperando el aliento - ¡bum, bum!- el primer latido resulta un grato acompañamiento, volviéndose eco en la despreocupada mesura de tu cabeza. -¡bum, bum!- Resuena la realidad en tus ojos inyectados en sangre.-¡bum,bum!- Finalmente has caído en la profundidad de sus ojos -¡bum, bum!- e intentas controlar esa mirada salvaje. -¡bum, bum!- No obstante, eres débil y caes en su trampa. -¡bum, bum!- El fuego de sus ojos sube por tu cuerpo en un escalofrío. -¡bum, bum!- Sientes que te falta el aire -¡bum, bum!- sientes que el calor te aprieta fuerte la garganta. -¡bum, bum!- Te ves arrastrado al suspiro de su piel. -¡bum, bum!- Tu mano temerosa vacila un instante -¡bum, bum!- pero el deseo te fuerza a acariciar su rostro. En ese momento tu corazón se dispara a gran velocidad, pero no eres capaz de oírlo. 
Sus ojos brillan bajo la luna, irradiando una luz propia que te ata fuertemente. 
Unos pocos segundos después, logras apartar la mirada de sus ojos, posándola sobre su cuerpo. Y sientes que quieres tocarlo, explorarlo, jugar con él. No es un cuerpo perfecto, ni el más hermoso. Sin embargo, es bello y lo deseas como a un último suspiro de vida.
Tras acariciar su rostro, deslizas tu mano muy despacio por su cuello, sintiendo el contorno de su piel, dibujando su cuerpo. Su cuello blanquecino, su brazo de piel suave, sus manos pequeñas y frías; su costado, la curva de su abdomen, sus caderas; su muslo, su rodilla; toda ella.
Alzas la cabeza y vuelves a encontrarte frente a su rostro: fino y redondeado. La miras a los ojos, deslizas tu mirada sobre sus finos labios: ligeramente rosados, extremadamente apetecibles.Y acto seguido, ella te premia con una sonrisa plagada de misterio, plagada de alegría y plagada de dudas; siendo un muro entre tú y sus pensamientos, siendo la mayor de tus perdiciones.
Tu cabeza anda confusa, perdida en un caos de sentimientos, nadando en el mar donde las dudas habitan y el temor florece. La palabra valor deja de existir en tus registros y el "¿y si?" se convierte en el protagonista de la noche. Aún así, todo sucede muy rápido, en apenas los segundos que el cerebro tarda en desbordarse y simplemente fluir. Pero para entonces, sus cabellos rubios ya bailan entre tus dedos, y tu boca se aproxima a su oído, dispuesta a intercambiar promesas ya pasada la media noche. Tus labios se arrugan, moldeando el aire que sale de tu cuerpo, moldeando el aire sobre la nada. Tus labios se contorsionan pronunciando las dos siguientes palabras: "te deseo".


Senketsu ni somaru mirai no toki
hageshiku modaeru honnou
Place of silence, moving shadows
crimson eyes are strangely gleaming in the darkness
madness starting to awake
playful desire starving of blood
get down, limitless night
Beast of blood
Along with the scream from the death throes
sharp claws are shining brighter
dually obscene breaths continues
and rips apart the silence of the night
crossing the uplifty life
get down, limitless night
Beast of blood
Kokyuu ni karamaru chi no kaori ga
koukotsu no yoru ni tadayou
senketsu ni somaru mirai no toki
hageshiku modaeru honnou
Kokyuu ni karamaru chi no kaori ga
koukotsu no yoru ni tadayou
Beast of blood
No fear, no sadness
lofty life is tasting loneliness and eternity
and near by the target with no more life
red drops on my greedy lips
falls down on the freezing ground
get down limitless night
Beast of blood
Spills blood on me 'til it fills my body
Kokyuu ni karamaru chi no kaori ga
koukotsu no yoru ni tadayou
senketsu ni somaru mirai no toki
hageshiku modaeru honnou
Tsumetai karada ni hotobashiru
yokubou o akai chi de uruosu
kairaku no sakebi hibiku yoru ni
surudoku myaku utsu honnou
Kokyuu ni karamaru chi no kaori ga
koukotsu no yoru ni tadayou
senketsu ni somaru mirai no toki
hageshiku modaeru honnou

20110902

Mi corazón.

Hoy mi corazón pertenece a las palabras que perdí por el camino. 
Pertenece a todas aquellas sílabas que dejé olvidadas en un terco sofá de terciopelo. 
Pertenece a un sin fin de esperanzas y sueños guardados en algún lugar de mi cabeza.
Hoy mi corazón pertenece a todos los sentimientos que suscitan movimiento en mis entrañas. 
Pertenece a todas las sonrisas trágicas que el viento robó de tu cara. 
Pertenece a cada momento dibujado en el infinito lugar donde se esconde de la discordia.
Hoy mi corazón pertenece a todas esas historias que flotan en un cajón vacío.
Pertenece a un océano de pensamientos en los que sea ahogó mi valentía.
Pertenece a un saco de tela roto donde metí todas mis emociones.
Hoy mi corazón pertenece a la escarcha envuelta por la memoria.
Pertenece al rencor y a la amargura que envuelven mi persona.
Pertenece a la tristeza que apesta a podrida melancolía.
Hoy mi corazón pertenece a la negrura de las decisiones.
Pertenece al color rojo del dolor y de la agonía.
Pertenece a las lágrimas de un desierto de arena emanando de la más vasta orilla.
Hoy mi corazón pertenece a aquellos ojos que me hipnotizaron.
Pertenece a todas las personas que sostuvieron mis traspiés.
Pertenece a todas las personas que soportan mis caídas.
Hoy mi corazón pertenece a la soledad de la subida.
Pertenece a la sangre que pinta mis pasos.
Pertenece al color de la noche y a sus abrazos.
Hoy mi corazón me pertenece.
Hoy mi corazón, pertenece a la vida...


20110827

Despójate de la vida.

Ven conmigo.
Despójate de todos tus sentimientos,
de todas tus inútiles emociones.
Toma mi mano,
déjame guiarte y protegerte.
Agárrame fuerte,
dejando atrás todo recuerdo.
Olvídate del dolor,
del sabor de los besos,
del tacto de la lluvia.
Olvida todo tu sufrimiento.
Ya es la hora de que sientas la felicidad en tu cuerpo.
Ven,
déjame hacerte eterna.
Déjame volverte perfecta ante los ojos de Dios.
Confía en mí,  
déjame mostrarte el camino hacia tu castillo.
Sostén fuertemente mi mano.
Ven conmigo.
Despójate del odio
y acércate hacia la penumbra.
Ven conmigo
y conviértete en la reina de las tierras sobre tu tumba.

20110819

El piano de cola.

Una melodía suave inunda la sala. Parece una balada, lenta y cargada de melancolía. No obstante, tiene un fondo alegre. Más que alegre, cómicamente siniestro. 
Sus pasos destacan sobre la música. Las luces oscuras y tenues realzan su figura, llenan de brillo su piel, destacando una profunda mirada acabada en verde con retazos rojos.
Intento disimular, pero de joven me debí saltar esa clase, y la miro de arriba a abajo. Analizo cada parte de su cuerpo, cada rincón, cada pequeña arruga, cada lunar solitario. El vestido de seda nacarada acaricia su piel como me gustaría hacerlo a mí. Pero no me importa, ya me he perdido entre sus cabellos: finos, dorados, hilo de los dioses.
El vinilo aún sigue girando. Puedo sentir la aguja vibrando con cada una de las notas que componen el ambiente. La voz femenina de la solista; sus dedos finos y ágiles acariciando el piano. Puedo verlo en mi cabeza: sobre mí se alza un escenario de madera, está viejo y algo agrietado. Si uno se fija, pueden apreciarse los recuerdos de las personas que pisaron aquellos tablones de madera. Pero esta noche es diferente. La sala está abarrotada de gente. A ojo se pueden aproximar más de cien personas: se trata de un lugar pequeño, un lugar donde poder rozar el cielo.


<< Se balancea grácilmente sobre sus tobillos. Acaricia el suelo con sus pies desnudos. Un paso, otro, un paso, otro. Se acomoda el vestido antes de sentarse frente al piano: negro, brillante, apenas apreciable en la oscuridad, sólo las teclas y el cuerpo abierto.
Ella acaricia las teclas, pero no las pulsa, tan sólo disfruta de su tacto. Mira rápidamente al público, buscando la mirada de alguien. Pero está oscuro, no se ve nada.
Inspira el aire viejo de la sala, y lo deja escapar de su cuerpo. Cierra los ojos, y extiende la escalera que nos lleva al cielo.  Los peldaños son dorados, de diferente extensión: los hay más grandes, más pequeños, más breves, más duraderos, pero todos ellos perfectos. En ese momento, la luna soltó un gemido, un llanto. Las estrellas verdes se humedecieron. Comenzó a cantar y todos rozamos el cielo.>>


Y el vinilo finalizó


Muy despacio me acerqué a ella. Quería perderme entre sus ojos, aunque en mi interior, quería perderme por todos los rincones de su cuerpo.
- Esta noche busqué tu mirada entre el público. Pero estaba oscuro y no la encontré.- Dijo ella.
- Yo sí encontré la tuya.
- ¿Y qué te pareció?
- Algo hermoso, indescriptible. Siempre logras cautivarme con esas dos joyas que tienes por ojos.
- No, idiota. Me refería al concierto.- Esgrimió entre carcajadas.
- Francamente maravilloso, como de costumbre.- Dije al tiempo que la sonreía.
- ¿Se notó mucho que me equivoqué?
- Hiciste bien equivocándote, sino hubiera sido perfecto.
De entre sus labios salió una pequeña risita que acompañó con un manotazo suave en el brazo.
Yo la respondí con una sonrisa casi al instante. Debería haberme sentido idiota, pero no fue así.
Adelanté mi cuerpo un paso, pegándolo al suyo, y me apresuré a besarla. 
Cuando nuestros labios chocaron, pude sentir su corazón, la rapidez con la que bailaba clamando libertad.
Al terminar el beso, ella dijo que no quería hacerme daño, que no quería que acabase mal. Yo contesté que no podría hacerme daño, y que no tenía por qué terminar mal, pues tarde o temprano todo tiene su final, sin necesidad de que por ser un final sea malo.
- Lo digo muy en serio, no quiero hacerte daño.- Me replicó.
- Yo también lo digo en serio.
<< Cuando terminó el concierto, la sala se llenó de un eco sordo que lo plagaba todo de aplausos. Pero yo no los oía, sólo podía escucharla a ella, a las lágrimas que poblaban su rostro cayendo sobre el piano. A sus ojos verdes entristecidos... 
Se levantó. Reverencia. Y las cortinas se cerraron como una vez se habían abierto: entre aplausos...>>


Ella me abrazó buscando mis labios desesperadamente. Yo la agarré. Podía sentir su calor, oler su perfume, notar el suave tacto de su vestido bajo mis manos nerviosas. Y tocó un concierto privado, sólo para mí.







20110808

Esto debe ser "echar de menos"

Desperté con la música de las nubes negras. Bueno, no desperté, simplemente no me dormí. Pero tampoco tenía prisa ni intención de dormir: lo que creía que era una sensación de sueño, era sólo una sensación de soledad; dos palabras tan parecidas y relacionadas entre sí, que su mera pronunciación podría sembrar un atisbo de miedo en el más feliz y despierto de todos los muertos del cementerio.
Tras una ventana empañada, húmeda y fría, pequeñas casas aparecen, haciéndose más y más grandes a medida que me aproximo. Son pocas las luces de mi visión: dos o tres farolas, alguna que otra estrella despistada, nada muy alentador o llamativo, nada que robase mi atención del pensamiento.
Había estado lloviendo desde mucho antes de que yo despertase aquella mañana. Me sentía triste y apagado, como el día: cubierto por un manto de nubes aparentemente infinito. Bien podría haberse tratado del cielo nocturno de París, o incluso de las diurnas noches de Madrid. Sí... que recuerdos. No estoy una semana fuera y ya invaden mis pensamientos. Pero no son las noches de Madrid lo que recuerdo, no.
Llevo muchas horas dándole vueltas a la cabeza, como me pase de rosca, se caerá de su sitio. Tampoco me importaría, últimamente me está dando más problemas de los que debería. Quizás esté estropeada... Pero bueno, por perder diez centímetros de altura...
Son las tres y dieciocho de la madrugada. En Madrid no me habría resultado nada raro, pero estando aquí, sí lo es. He estado casi dos horas leyendo, y unos cuantos minutos haciendo un sobrehumano esfuerzo por dormir. ¿Cómo demonios se hace eso? ¡Tsk! Creo que estoy perdiendo la cabeza.
Hace unos cuantos días que no escribo nada. Qué digo días, semanas... Estoy viviendo unas vacaciones que por momentos se vuelven más intensas ¿y no se me ocurre nada para escribir? Hay que joderse...
El tiempo pasa muy rápido cuando uno se sienta a charlar con el pensamiento. Y por mirar la lluvia parece haberse acelerado. Pero son sólo las tres y veinte, apenas han pasado dos minutos.
La lluvia aquí es algo distinto, mágico todo un espectáculo. Es como una fina capa de seda transparente cayendo suave sobre el cuerpo desnudo de una mujer, es algo tan bello como indescriptible. Inmediatamente germina en mi cabeza un pensamiento, un nombre, una figura, un color, una persona. Estoy triste y quiero reír, pero los látigos de la memoria azotan mi espalda cruentamente. Imagen tras imagen, los recuerdos aprisionan mi razón, jugueteando con un panel en el que se puede leer: "sentimientos". Parece algo inevitable, algo que todos haríamos, algo que a todos nos pasaría al ver un enorme botón rojo, aunque estuviese escrito "tristeza" en él: lo pulsaríamos.
Cómo es posible que tenga tantas ganas de dormir sin tener una pizca de sueño. No lo entiendo. No entiendo nada. No entiendo por qué llueve y siento. No entiendo por qué recuerdo y siento. No entiendo por qué no entiendo. Esto debe ser aquello a lo que llaman "echar de menos". No entiendo por qué tiene que ser horrible, por qué no puede ser alegre. ¿A lo mejor soy yo? Sí, seguramente sea yo. Además, el día está tonto. Sí, eso es, sólo es un mal día. Mañana será mejor, seguro que sale el sol, y sonrío. Sí, mañana será mejor.
Me acuesto en la cama y cierro los ojos. Mi cabeza empieza a volar, empieza a imaginar: frases, sonidos, diálogos, imágenes incoherentes. Finalmente duermo suspirando un último nombre, exhalando un último "te echo de menos".

20110713

Déjame hacerte mía.

Déjame vestirte esta noche 
y mostrarte el sabor de la muerte.
Déjame vaciar tus pulmones
y pintarlos del color de la amargura.
Déjame probar los secretos de tu cuerpo,
y rondar por la espesura de tu ser.
Déjame enseñarte el verdadero color de la luna
y su mirada cobriza al amanecer.
Déjame llenar de frío tu cuerpo
y desaparecer con tu mirada.
Déjame probar la sangre de tus labios
y volverme llamarada en tu interior.
Déjame lamer tus sórdidas lágrimas
y seducirte sin compasión.
Déjame mentirte esta noche
y escribir sobre tu último adiós.

20110703

Techo blanco de escayola

Te despiertas un día. Tus músculos están agarrotados, entumecidos, como si nunca antes los hubieses utilizado. 
Te despiertas un día. La mente perdida, en blanco, sin ningún recuerdo, idea o emoción.
Te despiertas un día. Tanteas con las manos en busca de las luces que bailan en la oscuridad.
Te despiertas un día. Y sientes como se apodera de ti, como te cubre con su cuerpo, como sus gélidos besos se convierten en cuchillas al roce de tu piel, como se impregna el aire del hedor macilento de la sangre.
Te despiertas un día. Y te preguntas si acaso no es un sueño ya escrito, ya vivido por una mano pálida y fría, insegura pero muerta; la marioneta de una mente retorcida y atormentada, temerosa de su propia existencia: algo que no es, movido por algo que no será.
Te despiertas un día. Abres los ojos como si no conocieses nada. Pero así es. Tan sólo esperas que al abrir los ojos, la oscuridad esclarezca, se escabulla de tus ojos y así ver el techo de escayola que tanto odiabas.
Te despiertas un día. Y abres los ojos: esperas que no esté allí, que ocurra algo nuevo, algo desconocido, algo que pueda proveer de sentido a tu mísera y patética vida. Pero sabes que estará allí, esperándote: blanco, ligeramente liso, ligeramente agrietado.
Te despiertas un día. Lloras y no sabes por qué. Quieres abrir los ojos, pero las lágrimas te lo impiden. Tus ojos están secos, resentidos por las amargas cenizas que pueblan tu rostro al tiempo que cabalgan hacia la puesta de adiós.
Te despiertas un día. Y sientes que sus labios llenan los tuyos. Puedes olerlos, saborearlos, sentirlos, hacerlos tuyos para la eternidad. Pero tú únicamente te limitas a abrazarla fuerte pero inútilmente, a clavar tus ojos sobre los suyos y notar como mueres por dentro: cada átomo, cada partícula, cada célula, cada epitelio, cada órgano, cada rincón apartado dentro de tu ser. Sólo te limitas a sentir lástima y arrepentirte, a ser el inútil que la abraza y la ama mudo: en silencio. Sólo te limitas a clavar tu pupila sobre su pupila y nada más.
Te despiertas un día. Y abres los ojos: el techo se apodera de ti. La boca te sabe a óxido y dibujando tus labios, pasas la lengua buscando el más mínimo rastro de sangre. Pero no encuentras más que un sabor negro y hondo, a quemado. Suspiras expirando todo tu ser de forma violenta. Miras al techo nuevamente. Puedes ver un manto de estrellas escondido allí, alto e inalcanzable. Hace una noche preciosa, sopla aire fresco y el cielo está rojo: no hay estrellas, no hay luna, sólo un techo blanco de escayola.
Te despiertas un día. El sol se refleja en tu cara, pero no hay ventanas. Su recuerdo invade tu presente. Como de costumbre, te mientes sobre tus sentimientos, y vuelves a dormir. Y dormir.
Te despiertas un día. Y estás muerto. Recuerdas la textura de la sangre bailando con tu lengua, jugueteando entre tus dedos. Como iba abandonando cada parte de tu cuerpo y te abrazaba, suave y cálida. Recuerdas como la soledad se volvía tu interior y fluía por tus venas, llenándote, poseyéndote.
Un día estás muerto, y no te despiertas...

20110624

Testimonios...

-Por favor abogado, prosiga con el testimonio del acusado.
-Claro señoría.
<
Era relativamente temprano, apenas las siete o las ocho de la mañana. La ciudad se estaba despertando. Un inmenso número de células encarnadas por los ciudadanos vagaba rumbo al corazón de la ciudad, a través de las innumerables arterias que comprendían el sistema radial de aquel lugar.
Nada era nuevo para Steve: las escaleras, el bullicio, los estruendos y el ruido, un tren que siempre se retrasa, trompicones y tropiezos, el baile de los vagones sobre las vías, y una larga lista compuesta por un enorme "etc".
Steve trabajaba en una enorme empresa de vaya usted a saber qué. El edificio en el que se encontraba su oficina, era un edificio algo común, como todo el mundo imagina que son los edificios de oficinas: grande, ligeramente lúgubre y grisáceo, recubierto por grandes ventanales de cristal tintado.
Aquel día, fue un día muy especial para Steve, el día en que la empresa le concedió un móvil, el día en que la empresa le condenó.
"Al habla Steve. Sí, debería invertir en... No, no se trata de un seguro de vida señora, consiste en... De acuerdo, sí, a las nueve sobre su mesa estarán..."
El trabajo de Steve presentaba al igual que muchos otros trabajos, un factor o detalle fundamental: contacto con el cliente. Esto suponía un constante desplazamiento de aquí para allá, un perpetuo movimiento que lo convertía en un hijo del viento y la incertidumbre. Pero Steve no tenía permiso de conducir, y se veía obligado la mayor parte de las veces, a utilizar el transporte público, en especial el metro.
Lentamente, el estrés se fue apoderando de Steve. Se sintió inundado por un sentimiento inevitablemente trágico cuyo origen desconocía. Ya no era el mismo, como si algo en su interior estuviese podrido, y al igual que en una bolsa de manzanas, todo su interior se fue pudriendo...
Cierto día, Steve descubrió la paz. Viajando en el metro, se percato de la inutilidad de su móvil, y de la paz, de la tranquilidad que aquel hecho le suponía.
Poco a poco, Steve fue alargando sus trayectos, buscando tretas y largos caminos en los que salvaguardarse. Aquello se convirtió en una rutina cada vez más frecuente y duradera. Aquello se convirtió en una desquiciada paranoia que engulló a Steve. Llevando a su esposa al abandono. No era capaz de seguir con aquel hombre que hacía llamarse Steve, pues no era el mismo hombre del que se enamoró. Ahora era una persona frágil, oculta en sí misma.
Steve comenzó a enloquecer estrepitosamente, a escuchar voces y tener alucinaciones esquizoides...>>
-Disculpe señoría...-Interrumpió uno de los testigos presenciales.
-¿Qué ocurre testigo? ¿Encuentra algún error en el testimonio del acusado?
-Sí, Steve vivía solo, no estaba casado...  

20110622

Próxima estación.

El repetitivo balanceo del vagón, llevaba horas siendo una monotonía constante. "Tac tac" sonaba a cada cambio de vía, al tiempo que se producía un nuevo balanceo en el vagón. De fondo se oía el insoportable zumbido de los túneles.
Steve se encontraba sentado en un solitario asiento de un vagón cualquiera, en un metro cualquiera de una línea cualquiera. No le interesaba viajar...
Hacía horas que estaba sentado en aquel lugar en concreto. Pero para él, era algo extraño que se había transformado en un rutina: sus horas se habían convertido en días, y sus días se limitaban a un sin fin de transbordos y cambios de línea. Todo el día de aquí para allá, sin buscar nada en concreto, sin esperar nada en concreto, sólo el tren...
Steve era pálido, de complexión débil y estilizada. Cara picuda de pómulos muy marcados; ojos de azabache; pelo ponzoñoso y enmarañado a tono con sus ojos.
Steve era una persona tranquila y paciente. Nunca había destacado en nada. Estudió en escuelas públicas, en las que nunca destacó por un comportamiento notorio o unas notas sobresalientes. Años más tarde entró a trabajar de oficinista: un cubículo con mesa y ordenador, un calendario erótico en la pared de la izquierda, una grapadora y un bote para guardar los utensilios de escritorio.
Pero aquel día, en aquel preciso instante, sí, en ese lugar allí sentado, mecido por el balanceo del tren, abotargado por el zumbido que este producía, hastiado por el infernal chirrido de las vías, no era el mismo Steve.  Se trataba de un Steve alterado, nervioso, asustado. Sus incesantes e interminables días de travesía por la extensa red subterránea, no involucraban el afán del transporte, sino el afán de la huida.
Steve huía de algo que él mismo desconocía. Simplemente huía...
Se escuchó una musiquita por la megafonía. Y Steve, moviendo alteradamente las piernas arriba y abajo, subió la cabeza listo para escuchar.
"Próxima parada ...". No se logró identificar cuál era el nombre de la parada. En lugar de eso, se escucho una voz distorsionada, grave, como si la grabación se hubiese quemado.
Steve abrió los ojos repentinamente, se había quedado dormido. Miró a través de la ventana que tenía enfrente, procurando averiguar en qué estación se encontraba. No obstante, el vagón cerró sus puertas, y no logró leer el cartel. Nuevamente y de forma cansada, al tiempo que soltaba un suspiro, se tiró sobre el asiento. Steve, asqueado por un repentino dolor de cabeza, cayó en la cuenta de que estaba solo en el vagón, y asomó la cabeza mirando a sendos lados. Estaba solo en el tren...
"Sígueme..." Dijo una voz débil que Steve decidió ignorar, identificándola como una ilusión sonora que se había mezclado con el ruido del tren. Pero aquel triste argumento no impidió que a Steve se le acelerasen los latidos, que se dilatasen tanto sus arterias como sus venas, fluyendo así la sangre más rápido; que su organismo comenzase a liberar una pequeña dosis de adrenalina, dilatando sus pupilas, y empapando su camisa de sudor.
"Sígueme..." Esta vez la voz fue clara y directa en su oído. Steve, asustado, comprobó nuevamente que era el único pasajero en el metro. Así era. Y con un suspiro de alivio, parpadeó y apoyó su espalda contra el asiento. Enfrente suya había una figura con un rostro vacío: sin ojos, sin nariz, sin boca, sin rasgos, sin cara...
El corazón de Steve se arrejuntó en un puño fuertemente apretado, en apenas la milésima de segundo que tardó en parpadear. Enfrente sólo estaba su reflejo en el cristal...
"Tac tac" sonó el tren sobre las vías. Una breve melodía dio paso a la voz del interfono: "próxima estación..." Y un grito ahogado proveniente de los altavoces, acompañó la repentina frenada del tren.
Steve, ahogado por el pánico, contempló impotente como se iban apagando una a una las luces de los vagones.
Le invadieron los recuerdos futuros. Una vívida imagen apareció frente a él, un diálogo con su esposa.
<<-Steve, yo...- Dijo Lana con voz preocupada.
-No te preocupes Lana, sabes que te amo, no hay nada de qué preocuparse.- La interrumpió Steve mientras sacaba un cuchillo de un cajón. Y la asestaba la primera puñalada en su tripa embarazada.
-Pero...dijiste que me amabas.
La segunda puñalada fue directamente al pecho, quizás de la que más sangre emanó. La tercera fue en la cara... >>
"¡No!" Gritó Steve desesperado, impotente ante aquella macabra escena. Pero las puñaladas seguían y seguían, emanando sangre por las rendijas del techo del vagón, inundándolo todo. Los jadeos de Steve se hicieron fuertemente ruidosos e irregulares. Estaba de pie en mitad del vagón iluminado, estando todo lo demás en la penumbra. La sangre se había apoderado de paredes y asientos. Unas siniestras risas inundaban el ambiente. El jadeante Steve, era el protagonista de aquel pintoresco espectáculo. Siendo premiado con el vigoroso aplauso de la multitud. El público le aclamaba, le adoraba, sólo podían gritar su nombre.
Silencio.
Se iluminó el vagón continuo, observándose al fondo un cuerpo encogido, agazapado y sollozante. De su boca emanó un leve sonido conjugado en palabras: "¿Por qué Steve, por qué? Dijiste que me amabas, que siempre estaríamos juntos ¿Por qué lo hiciste?" Aquella figura rompió a llorar desesperadamente.
-¿Lana?- Preguntó Steve con voz quebradiza.
La figura levantó la cabeza, mostrando su rostro ensangrentado, sin ojos.
-Claro que soy yo Steve ¿es que ya no reconoces a tu propia esposa? ¿Es que acaso me has olvidado porque me estoy haciendo vieja? ¿Qué ocurre Steve, te parezco fea, ya no soy lo suficientemente atractiva para ti? ¿Es por eso que me mataste Steve? ¿Por eso?...
Steve totalmente petrificado por el miedo, comenzó a correr hacia atrás, huyendo de aquel ser.
Las luces se fueron encendiendo a medida que Steve avanzaba entre los vagones, hasta que advirtió una pequeña figura en el suelo. Era una figura de aspecto fetal, rolliza y deforme. Se encontraba rodeada de un pequeño charco de sangre.
Steve quedó quieto intentando descubrir qué era aquello. Pero entonces la figura se movió, dejando a la vista su aspecto de feto a medio formar.
-¿Papá, por qué me mataste?...

Steve abrió los ojos repentinamente, se había quedado dormido. Miró a través de la ventana que tenía enfrente, procurando averiguar en qué estación se encontraba. Se abrieron las puertas y comenzó el transito de pasajeros. Steve se dispuso a salir, pero se cerraron las puertas, y el tren partió...

20110620

El significado de la lluvia

Alguna vez me preguntaste qué significaba la lluvia. Tal vez no lo recuerdes, eras tan joven y alocada, tan estúpida y olvidadiza. Tus ojos ardían con el fuego de una estrella en invierno: lleno de esperanzas e ilusiones, de metas futuras, de amores por descubrir, de pasión, de sensualidad, de alegría.


Aquel día salimos al bosque. La primavera se había apresurado, mostrando sus nuevas galas en el impaciente mes de agosto. El mundo parecía haberse vuelto del revés. Las mañanas se tornaron azules y oscuras, salpicadas de cientos de miles de millones de pequeñas manchas brillantes y esclarecedoras, pero todas ellas acompañadas del magnánimo sol en el atril del director. Las noches, por el contrario, eran cálidas y acogedoras, envueltas en un olor dulzón, mojado, que me recordó aquellos meses de verano...


Caminamos durante día y medio. Tú ibas a la cabeza, tirando de mí, sonriéndome a cada momento para que así continuase recorriendo el camino. Primero el pie izquierdo: un paso inseguro y atolondrado, digno de mi torpe ser. Pero finalmente lograba tomar contacto en tierra firme, y pisaba asegurándose de que así fuera, que no era una mentira, una simple imagen en mi cabeza. Acto seguido y cargado de bravura, se disparaba el pie derecho: envuelto en la soberbia y el afán de superación, hacía de tripas corazón y adelantaba al pie izquierdo. No obstante, el pie izquierdo inconforme, se sentía humillado, por lo que repetía el proceso anterior. Concluyendo en un ciclo vicioso y repetitivo que lograba hacerme caminar. Pero sin duda, tu mano agarrando mi mano, y tu sonrisa entre mis ojos, eran el mejor aliciente para permitir a mis pies llevar a cabo estúpidas disputas.


La primera vez que te subiste a un tocón y me besaste, me pilló por sorpresa. Estaba tan distraído procurando no caerme, que cuando me sujetaste por los hombros, apresuraste a enfrentar nuestros rostros y dejaste que nuestros labios tomasen ejemplo, abalanzándose los tuyos sobre los míos, como en una tormenta de pasiones ;mi corazón latió tan fuerte que creía que se iba a arrojar a abrazarte, y así estar contigo siempre.


La calor se cernió sobre nosotros cuando aún estaba oscuro, envolviéndonos en el bochorno de la noche. El sol se iba alejando poco a poco, pero las pequeñas estrellas aún nos seguían, cuchicheando entre fugaces tintineos. Y pronto las nubes se agazaparon, abrazándose en un sinfonía de truenos y rayos. Durante la que planearon el movimiento siguiente: la lluvia.


Llegamos a un claro situado en el centro del bosque. Y nos topamos con el sol y la luna. Por uno de los lados se divisaba el cielo oscuro, dominado por el sol y pequeñas estrellas. Por el otro lado, el día capitaneado por la solemne luna. Nos encontrábamos entre el día y la noche. Nos encontrábamos en un claro, rodeado de nubes al comienzo de una sinfonía. Entonces, llovió y llovió y llovió. Llovió durante horas, pero el claro seguía seco, justo entre el día y la noche. 
A las pequeñas gotas de lluvia se unieron los árboles, y las flores, y los pájaros y tú y yo...
Recuerdo que aquel día me preguntaste qué significaba la lluvia, y yo no supe qué contestar.
Ahora, de rodillas frente a un lápida con tu nombre puedo decir que la lluvia significa dolor, soledad, amargura. Que la lluvia son las lágrimas del viento y las estrellas, las lágrimas de los que fueron y no serán, las lágrimas del alma y el tiempo, las lágrimas de la eternidad. Que la lluvia es el manto que esconde las lágrimas que se deslizan sobre mi rostro. Que la lluvia el sonido de la tierra. Que la lluvia es el olor de la melancolía. Pero la lluvia no es sólo eso. La lluvia también es pasión, alegría, felicidad, valor. Que la lluvia son todos los momentos en los que te subiste a un tocón y me besaste. Que la lluvia es el eco de tu sonrisa. Que la lluvia es todas las veces que dije que te amaba. Que la lluvia es todas las noches que nos hicimos uno. Que la lluvia es sólo eso...lluvia... 
Intento tragarme el dolor. Intento dejarme llevar por el orgullo, pero no puedo. Intento no llorar. ¿Para qué? Sólo estoy mal gastando fuerzas, sólo sufriré más.
Las lágrimas inundan mi rostro hinchado y se pierden en la lluvia. Siento como el vacío se apodera de mí por última vez. Siento como las palabras taladran mi cabeza cada vez que miro la piedra mojada y leo: "no diré que no lloréis, pues no todas las lágrimas son amargas". Tenías razón, pero estas son las lágrimas más amargas de todas...

20110615

Umi

No sé si es el rojo de tu pelo;
quizás el fuego que esconden tus palabras:
la infinitud eres tú Mar
cuando me pierdo en tu mirada.
Tal vez el oleaje en que meces mis pensamientos,
o el olor de la brisa que arrastra el viento;
quizás la sal que se adhiere a mi cuerpo.
Es tu marea, Mar,
la que calma mi dolor,
la que deja el camino suave
y traza círculos en la arena.
Dime Mar,
si abriera los ojos dentro de ti,
¿cómo vería el mundo?
¿se marcharía el gris de mis ojos?
¿se esfumarían las cenizas de mi corazón
o la escarcha que cubre mi alma?
¿dejaría de sentirme solo?
Dime Mar,
si abriera los ojos dentro de ti,
¿vería la musicalidad de tus entrañas?
¿escucharía el latir de tus sentimientos?
Quizás sólo retornase a una honda orilla
para coger la caracola que me escupa al oído
de qué está hecha tu locura.
Quizás sólo retornase a una honda orilla
con una botella vacía, 
un fuerte dolor de cabeza
y la tristeza quemando mis pupilas.
Y se hará de noche Mar,
bailarán sobre ti las estrellas,

haciéndote la sombra del cielo:
no.
Siendo el cielo de ti, la sombra...

20110612

No me apetece escribir.

No me apetece escribir...
No sé si estoy triste o cansado, quizás sólo sin inspiración. Pero no me apetece escribir.
No quiero deslizar mis dedos sobre el teclado, sobre cada una de las letras que conforman mis palabras. Ni quiero escuchar el fluido pero incesante repiqueteo a cada momento. Tampoco estoy seguro de lo que puedo pensar o sentir, ni de qué soy consciente en este momento.
Escucho de fondo música en el piano de mi casa. Entre algunas notas mal-sonantes, se puede distinguir la melodía de una de las canciones de "Jesucristo Superstar". Pero no es el único sonido que me invade: voces inusitadas, el chocar de cubiertos y platos, el golpear de las puertas, pasos sordos, el chirrido de puertas y cajones, pájaros, tristes ecos de televisiones. Los sonidos que se pierden entre los muros del edificio; suben y bajan por las tuberías, por el patio, entre las casas, entre mis oídos, en mi cabeza.
Tal vez sólo sea indiferencia, un tornado de pensamientos estúpidos y aleatorios que aparecen frente a tus ojos, que se proyectan en tu cerebro causando el efecto de una leve brisa en el mar. Estas intuiciones, inútiles y absurdas ideas de mi pensamiento, son moldeadas de una forma suave y grácil que resulta incluso erótica. Se convierten en el croquis de un color vacío y puro de contenido, infundado en la anegación que mancha la rugosa superficie de tela que conforma el lienzo...
No obstante sigo sin saber. Pero me es indiferente, me da igual lo que ocurra o lo que pueda pasar, seguiría sin encontrarle un sentido. ¿Un sentido, para qué? ¿Acaso cambiaría algo? Realmente no, no estoy triste, sólo indiferente...
Llaman al teléfono: hoy podré cenar en silencio.
Puede ocurrir que esté cansado. Cansado de pensar en mis tonterías, cansado de jugar a los videojuegos, cansado de mi familia, cansado de mis amigos, cansado de "tocar" la guitarra. ¿Cansado de qué? No lo sé, puede que cansado de esperar sin saber qué es lo que espero...
Después de todo, no me apetece escribir...

20110609

Hoy no encuentro nada

Hoy no encuentro las palabras adecuadas para dedicarte un estúpido poema. Ni una original idea para escribir al menos una historia breve, un relato. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro el orden en mi cabeza. Ni un sentido lógico a este o aquel día de mi vida. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro la inspiración en mis entrañas. Ni entre los nudos de mi enmarañado sopesar o en mis sesudos razonamientos. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro la manera de expresar mis pensamientos. Ni apenas un gesto para mostrar lo que puedo sentir o lo que siento. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro el aire entre mis pulmones. Ni la más mísera gota que calme mi sed. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro la forma de tu mirada. Ni tus labios en su deviedo habitual. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro a la lluvia en mi camino. Ni razones por las que salir a buscarla. No, ni siquiera...
Te las has llevado tú...

20110607

Mis memorias tristes.

Se han manchado de tinta mis pensamientos.
He roto un vaso vacío de mentiras.
Han llamado a la puerta y no era nadie.
He gritado un nombre y se lo ha llevado el viento.
He gritado tu nombre y me lo ha devuelto el eco.
Se han perdido tus vocales en el mar.
Se han perdido las sílabas entre las gotas de lluvia.
Ha caído el viento sobre mi tristeza.
Ha parado el tiempo pero aún llueve sobre mi cabeza.
Han aparecido piratas en el borde de mis pestañas.
Se han hundido barcos en el fondo de mi corazón.
Se han caído las hojas de otoño y estamos en primavera.
Han aparecido nubes entre tú y yo, ellas la frontera.
Los sueños en han convertido en sueños.
Las pesadillas en realidad.
La penumbra ha tomado la alegría.
La alegría ha vendido su deidad.
El Sol no ha salido por el este.
La Luna no se deja vislumbrar.
Han enmudecido las palabras tristes.
Las palabras bonitas ya no quieren sonar.
Ya no haré recuento de mis memorias.
Hablemos de amor, hablemos de soledad.

20110605

Aquella noche

Todo ocurrió durante el cambio de estación. Rápido, sencillo, breve e intenso.Como solía ocurrir año tras año. El sol cabalgaría horizonte abajo, poblando de colores todo el mar a su paso. La luna, muy enamoradiza ella, asomaría su rollizo rostro envuelto en pálidos colores. Las estrellas -los deseos de cuando somos niños y aparecen al morir- chapotearían en el oleaje, en la calma del mar, e inundarían el aire con su sabor de esperanza.
Sobre las velas ondearían diversas texturas. Sobre las velas ondearía la musicalidad del mar. Sobre las velas ondearía tu cuerpo desnudo aquella noche, ¿lo recuerdas?, cuando la magia nos vino a visitar. Tú estabas sobre mi pecho, cálida e inerte, quieta, como si yacieses sobre el lugar en el que pasar la eternidad. Cada bocanada de aire me sonsacaba una sonrisa de alivio. -Sigue viva.- decía entra breves risotadas para no despertarte.
<< -Cuando duermes no haces ruido, pareces muerta.
-Entonces algún día seré un hermoso cadáver.
-Sólo si la muerte no cae prendada a tus pies.


Ella mira por la ventana de la habitación. Cuando mira al mar se le iluminan los ojos. Se enciende una hoguera en su corazón y alumbra las pesadumbres, dejando a un lado cualquier mancha escamoteada en su espíritu.
-En qué piensas cuando miras el infinito.
-No pienso en nada, por eso me gusta mirarlo. Me gustaría conocerlo, navegar y vivir aventuras. Incluso podríamos ser piratas.-Una sonrisa afloró en su rostro.
-Si es lo que quieres, compraré un barco y te llevaré más allá del horizonte. 
-¿Lo prometes?
-Lo prometo.>>
Cayó la magia del cielo, y la luna nos arropó con su manto. Yo la abracé con fuerza. Delicadamente dibujé su contorno con mis manos: línea por línea, curva por curva. Clavó sus ojos sobre los míos, desnudando mis pensamientos. Me arrancó un pasional beso que escarmentó con una cara de placer y sorpresa cuando acaricié su sexo, cálido y húmedo, esculpido por los dioses. 
Jugueteaba con mis dedos entre mordiscos y arañazos, entre suaves gemidos, besos y abrazos.
Entonces ella quiso más, guiando mi pene hacia su interior. 
Aquella noche de gritos, en que nos visitaron las estrellas. Aquella noche de cuerpos sudados, en la que nos convertimos en el cuadro que pintó la luna. Aquella noche en la que el sol nos encontró de madrugada. Fue aquella la noche en que nos hicimos uno.

Vacío

Vacío.
Todo amaina en mi cabeza,
todo huye de mi mente,
todo se vuelve nada...
Vacío.
Ya no hay pensamientos,
ya no hay dudas,
ya no hay dolor...
Vacío.
Se antojan sombras,
se antojan mentiras en la nada.
Pero son sólo eso:
vacío.

¿Quizás en mi corazón algún retazo?
No,
sólo vacío.
¿Y los sentimientos?
Se los llevó el diablo,
junto con mi voz,
junto con mis pensamientos,
junto con tu recuerdo.

¿No queda nada, sólo vacío?
Sólo vacío,
sólo un amargo sabor a ceniza en mis labios,
sólo el sentir de unas manos frías y muertas,
sólo el vacío de unos ojos hinchados.
Vacío.

Se extiende por mi piel.
Envuelve mi vida,
envuelve mi tiempo,
envuelve mi nada...
Vacío.

Se filtra por mis poros.
Se esconde en las sombras,
anega mi odio y mi pasión.
Vacío.

Envenena mi sangre,
envenena el aire que respiro,
envenena mi ser.
Vacío.

Se hace eterno en mi mirada,
se desvanece en un segundo.
Se adhiere a mis sueños,
destruye mis esperanzas.
Pero no es nada,
no ocurre nada salvo eso:
nada.
Sólo vacío...

20110603

Azul añil.

Y empiezas así con tu sonrisa,
Arrastrándome a la más honda locura.
Sordos dejas mis sentidos ,
Enmudeciendo mis pensamientos.
Silbando con tus gemidos al dulce silencio:
Arañando las vestiduras del negro cielo.
Marcando el compás con tus caderas.
Oteando el placer y su hermosura.
Rozando con tus labios, la más dulce amargura.

20110526

Se fundió en negro

Por un momento, mi anegado corazón se dejó ver marchito ante la luz eterna. Como siempre gloriosa, como siempre...
Nunca llegó a haber un verdadero final del que sentirse orgulloso. Nunca hubo una razón por la que luchar, tan sólo una razón por la que no morir. Una razón estúpida. De tiempo un mísero gasto...
Lluvia decía. Tranquiliza el alma decía.
Recuerdos.
Dolor.
Recuerdos... relampaguean frente mí ventana, frente mis ojos, frente mi corazón.
¿Ha sido todo un sueño? 
¿Es esto real? 
Quién soy yo para juzgarlo.
Preguntas.
Recuerdos que siguen aún vacíos, a la espera de su amor.
Está oscuro, no veo nada.
Preguntas.
¿Soy alguien?
Sus labios me besan.
Mi corazón se acelera lentamente al compás de su canción.
Y nuestros latidos se sincronizan en un baile.
 Nos queremos...
 Nos amamos...
Corazón marchito pintaste la luz esta noche....
Preguntas.
Dolor.
Miedo.
¿Miedo?
La quería....
¿La quería?
Yo la maté.....
¿Yo la maté?
La amaba.....
¿Por qué lo hice?
Yo la maté.......
Recuerdos.
Nunca hubo un final del que sentirse orgulloso.
¿Siempre gloriosa?
Siempre......
Dolor que no cesa.
Dolor que corrompe.
Dolor que posee.
Dolor que duele.
Y se fundió en negro.


Nunca hubo una razón....


D E S P E R T A R


Por un momento, mi anegado corazón se dejó ver marchito ante la luz eterna. Como siempre gloriosa, como siempre, un nuevo día, un nuevo amanecer, una nueva prueba, un nuevo dolor, nuevas preguntas, nuevas respuestas.
Nunca hubo una razón por la que luchar, tan sólo una razón por la que no morir. Una razón estúpida. De tiempo un mísero gasto, pero de valor, divino tesoro. Una razón por la que no morir...tan sólo un recuerdo, tan sólo tu recuerdo, tan sólo, tu sonrisa.

20110524

Me encantas.

-Me encantas -le comenté al tiempo que sonreía con la naturalidad con la que caen las hojas en otoño, o salen las flores en primavera.
-No seas idiota.
-No lo soy.
-Lo eres, has dicho que te encanto -exhalo un breve suspiro, propio de la desesperación que se siente cuando uno intenta explicar a un niño pequeño qué es el amor.
-Me encantas -repliqué nuevamente.- Me encantas y me encantas, ¿qué hay de malo en eso?
-Que soy yo.
-Es por ello por lo que me encantas.
-Eres un idiota -dijo al tiempo que ocultaba aquella sonrisa.


Mantuvimos nuestras cabezas alejadas de la realidad por un instante. Ella miraba al infinito, buscaba algo que no podía ofrecerle. Yo la miraba a ella, haciendo lo imposible por no sonreír como un estúpido.
El cielo vestía un turquesa terciopelo, daban ganas de saltar y abrazarlo. Serían cerca de las siete y media, quizás más tarde, no estoy seguro. Pero hacía calor, mucho calor, en fechas en las que no tocaba. Ese año se había adelantado, nos había cogido por sorpresa.


-Me encantas. Podría repetírtelo toda la vida: cada año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora, cada segundo. A cada paso o suspiro que dieses. Sólo si tú quisieras claro
-Eres un auténtico idiota. Sólo un idiota como tú podría hacer eso.- Declaró ella sin poder ocultar la hermosa sonrisa que se dibujaba en su cara.
-Nunca he sido una persona especialmente lista.-Dije guiñándole un ojo.
-No hace falta que me lo jures.-Soltó entre carcajadas.


El resto del día transcurrió como si tal cosa. No ocurrió nada digno de recordar, ni el cobrizo atardecer que nos arropó durante el camino de vuelta hasta nuestra despedida; ni el beso que me robó cuando menos me lo esperaba.
Aquella noche no podía dormir, puede que fuese cosa del calor, o que aquello no fuese más que una burda excusa para no admitir que estaba enamorado. Miraba fijamente al techo y daba vueltas en la cama. Mentalmente intenté componer un poema que expresase fielmente mis sentimientos. Nunca fui bueno escribiendo nada. Finalmente me dormí. A la mañana siguiente, noté un sabor salado en la boca. Tenía la cara húmeda y los ojos hinchados. No entendía muy bien que había pasado. Las cosas dejaron de tener sentido cuando encontré un papel emborronado de tinta sobre mi mesa. Observé con cuidado los dos versos que aparentemente había escritos en mitad de la mancha:
<< Te arrancaré los labios de un mordisco
      para robar todos los besos que me debes...>>


Me miré el canto de la mano. Estaba manchado de tinta.

20110523

Ya no pertenezco a la soledad...

Hoy la soledad 
ha venido a buscarme.
Raudo y veloz
me he refugiado en mis pensamientos,
en mis más profundos recuerdos,
en mis más sentidas emociones.
Ha sido entonces 
cuando me he ahogado en la tristeza.
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