No me apetece escribir...
No sé si estoy triste o cansado, quizás sólo sin inspiración. Pero no me apetece escribir.
No quiero deslizar mis dedos sobre el teclado, sobre cada una de las letras que conforman mis palabras. Ni quiero escuchar el fluido pero incesante repiqueteo a cada momento. Tampoco estoy seguro de lo que puedo pensar o sentir, ni de qué soy consciente en este momento.
Escucho de fondo música en el piano de mi casa. Entre algunas notas mal-sonantes, se puede distinguir la melodía de una de las canciones de "Jesucristo Superstar". Pero no es el único sonido que me invade: voces inusitadas, el chocar de cubiertos y platos, el golpear de las puertas, pasos sordos, el chirrido de puertas y cajones, pájaros, tristes ecos de televisiones. Los sonidos que se pierden entre los muros del edificio; suben y bajan por las tuberías, por el patio, entre las casas, entre mis oídos, en mi cabeza.
Tal vez sólo sea indiferencia, un tornado de pensamientos estúpidos y aleatorios que aparecen frente a tus ojos, que se proyectan en tu cerebro causando el efecto de una leve brisa en el mar. Estas intuiciones, inútiles y absurdas ideas de mi pensamiento, son moldeadas de una forma suave y grácil que resulta incluso erótica. Se convierten en el croquis de un color vacío y puro de contenido, infundado en la anegación que mancha la rugosa superficie de tela que conforma el lienzo...
No obstante sigo sin saber. Pero me es indiferente, me da igual lo que ocurra o lo que pueda pasar, seguiría sin encontrarle un sentido. ¿Un sentido, para qué? ¿Acaso cambiaría algo? Realmente no, no estoy triste, sólo indiferente...
Llaman al teléfono: hoy podré cenar en silencio.
Puede ocurrir que esté cansado. Cansado de pensar en mis tonterías, cansado de jugar a los videojuegos, cansado de mi familia, cansado de mis amigos, cansado de "tocar" la guitarra. ¿Cansado de qué? No lo sé, puede que cansado de esperar sin saber qué es lo que espero...
Después de todo, no me apetece escribir...
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