20111027

Maldita indiferencia

Las noches se repiten y eternizan entre las voces y los pensamientos que poco a poco van haciendo surco en mi interior, desamueblando el caos en mi cabeza y deshilachando la red que tejió la araña de las mentiras.
Deambulo por los más oscuros misterios que envuelven mi cabeza, mientras acostado en mi cama solitaria elijo si hoy será prosa o poesía. Pero al hacerse la indiferencia la máxima regla de decisión, entre los traspiés de mi memoria: recordando a quién "hamaba" y quién amé, siendo un nombre de seis letras el que parecía mecerse sobre el viento. Pero al abrir los ojos al son de mis aliterantes pensamientos, caí en la cuenta de que era incapaz de decidirme, así que apreté los dientes y dejé que el orgullo levantase mi cuerpo hasta dejarme frente a los libros de mi biblioteca: en una estantería libros de prosa, en otra, de poesía. Y fue así como yo, tonto e indeciso, dejé mi elección en manos de la rima fácil. Para acabar buscando en mi estantería, un libro de prosa entre los libros de poesía.

20111026

Luces de la discordia

Lágrimas que caen sobre lágrimas.
Lágrimas color desaliento.
Las lágrimas que arrastran tu rostro
y se llevó el viento;
las lágrimas que reflejan la sangre
y sonríen en llanto.

Flores de ceniza pintan las lágrimas
del verde color que legó la discordia,
tiñendo de rojo su último amanecer
en el valle que lloraron tus ojos dolidos.

Mátame si es venganza lo que buscas,
mitiga tu dolor bañándote en mi sangre.
Haz realidad tus mentiras y sufrimiento,
que no seré yo quien recoja tus restos:
pedazo a pedazo, lágrima a lágrima.

Consúmete en el dolor de tus recuerdos;
no agarres la mano que te brindo,
no me dejes luchar a tu lado
ni realizar tus sueños arriesgando los míos.

Dejaré el camino marchito de penas,
e invocaré el sabor de la muerte
para secar tus lágrimas con su calor
y saciar mi hambre con las entrañas de tu sufrimiento.

Deja que los sentimientos sean
la fuerza que recorra esta noche mis venas;
deja que mi roja sangre fluya
como al deslizarse por tu cuello
susurrándote en la piel,
convirtiéndome en un sordo ante tus gritos;
en la abeja escondida entre tus piernas
en busca de su roja miel.

20111010

La señora Rodolfa

Todos los días te levantas la noche antes de nacer, cuando tus padres se han marchado de casa y no te queda más remedio que ser el hijo de la vecina. Pero entonces llegan los religioso haciendo ese desdeñoso ruido al que huelen las pantuflas de doña No Tengo Dónde Sentarme. Y entre eso y la cogorza de noche vieja, se nos hizo tarde para la vendimia.
-!Pero hijo mío si aún estamos a un paso de la evolución, qué diantres estás hablando de circunvalar la radial quince¡
-Que no madre, que no, que las uvas hemos de comprarlas pronto que a este paso nos las darán en botellas de vidrio.
Y es en ese preciso instante en el que recaes sobre la absurda idea de una epidemia de locura generalizada.
-!Que no cunda el pánico¡ Llevo mudas limpias.- Gritan los perros del vecino oblongo (él no, los perros).
Pero ya es tarde para el consomé, es la cuarta vez que te levantas del baño para contestar al teléfono, y es la sexagésima vez que cuelgan porque no te has la vado las manos primero.
Y en esto queridos amigos, consiste el timo de las lavativas.

20111006

El color de la fotografía

El olor a asfalto mojado cubría parte de la fotografía, junto con el ruido impreso de los coches. Los semáforos no paraban de cambiar: del rojo al verde, del rojo al verde, pero siempre pasando por el amarillo.    Los autómatas se convertían en borrenes espontáneos al ritmo de la aliterante melodía que escupían las cajas grises de los semáforos.Y durante esa pequeña eternidad en la que se embuten los cruces de las ciudades, yo perdí mi cordura junto a mis propias vacilaciones.
Apenas unas calles más allá, quizás sólo unos metros, o quizás más. Un niño perdía su globo, aunque mejor dicho, el globo perdía a su niño. Lo abandonaba dejándolo cada vez más atrás, cada vez más lejos y más lejos. Pero el "click" del obturador pasó desapercibido entre el sonido de los coches, hasta completarse el silencio.
A la semana siguiente la gente lo olvidaría, pero al igual que la inmensa mayoría, a la mañana siguiente se sentarían en una mesa de madera, o tal vez de cristal, e incluso puede que simplemente corran a acelerar sus vidas, a llenarse la cabeza de pesadumbre, de ideas amargas y vacías. No sé si serán unos pocos los que leerán el periódico con cada una de sus letras, o simplemente serán todos los que giren las hojas en desgana, sin leer apenas los títulos. Serán muchos los que salten a la sección de deportes y sigan en su túnel. Pero no me importará,  ya estaré muerto y sólo seré un recuerdo en un semáforo, una fotografía en el tiempo con el "click" de mi cámara impreso.
El sol acariciaba pasionalmente el rostro del globo, excitando su sangre, haciéndolo crecer hasta explotar. Las partículas dispersas tras la pequeña explosión colisionaron sobre otras partículas cargadas de energía, produciendo un apenas perceptible cambio en el espacio y por tanto en el tiempo, transmitiendo su agitación en forma de un pequeño campo electromagnético, que indujo una energía sobre electrones libres allá a lo lejos por la ionosfera, el hogar de los truenos. Fue así como comenzó un estallido vestido de incertidumbre y superposición a lo largo de un periodo determinado dentro de un conjunto real formado dentro del espacio-tiempo, llevando a cabo el mismo recorrido, la misma trayectoria...
La lluvia calló sobre el asfalto como un gatito asustado sobre la lápida de su dueño. Las ventanas se tornaron moteadas con un fondo gris, mientras la atmósfera se cargaba con el sabor pálido de la angustia. Los semáforos cambiaron rápidamente de dirección en su particular espectáculo digno de cualquier feria mediocre.
Y corría sin ninguna razón, simplemente corría, como huyendo de algo: de mis pensamientos. A cada paso, la lluvia se oponía a mí, y el siguiente paso se volvía un abismo en el que antes gustaba mirar, pero ahora sencillamente él se sentaba a mirarme a mí a lo largo del infinito camino que suponía el siguiente paso tras el primero. Una vida entera recorría mi memoria esquina por esquina al tiempo que mi propia hipocresía mostraba su más burlona carcajada entre lágrimas. Pero el "click" del obturador pasó desapercibido entre el sonido de los coches, hasta completarse el silencio.
El olor a asfalto mojado cubría parte de la fotografía, junto con el color de la sangre bajo mi cuerpo muerto.

20111003

¿Recuerdas aquel día?



-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. El viento arrastrado por las flores de otoño, la alegre cara del sol entre tus cabellos, o quizás los perlados ojos de la luna en tu sonrisa de caramelo. No sabría decirte qué fue lo que me hizo quererte…

Los pasos sonaban tenues, marcados por la solemnidad de un réquiem interpretado por su magnánima orquesta de premura. El vibrar del suave cordófono, el chocar de las ramas al compás, la pasividad de las miradas enmascaradas con tristeza, el pizzicato de la lluvia, la intromisión del trueno, la fuerza del metal, la soledad.
Aquellas pútridas caricaturas de odio inundaban el ambiente con el olor del desprecio, del odio. Sus humeantes cuencas de ojos vacíos, apenas podían alejarse de mis pupilas.
Sus simiescas y deformes figuras eran la encarnación de la desdicha, la envidia, la hipocresía, el dolor. Aquellas patéticas sombras a las que yo llamaba “amigos”, no eran más que tristes marionetas, trastos inútiles nacidos de la mugre, desperdicios, el Mal…

-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. Era frío, triste, gris. La alegría parecía muerta. Los ánimos, quejumbrosos, obsoletos, acabados. El lacio pelo sobre tus hombros o la apagada sonrisa de sabor amargo. No sabría decirte qué fue lo que me hizo odiarte…

El aleteo de los cuervos bajo la lluvia, rompiendo la hermosura de la tensión del silencio. Las nubes escondidas en la inmensidad del horizonte como un negro manto de osadía. Los cuchicheos, las voces de la perdición, el turbio ambiente, los ecos de aquellos que fueron y ya no son, el tiempo perdido, la infinitud de un recuerdo que se disipa en el tiempo, lágrimas que se pierden en la lluvia y besan la tierra, el gélido abrazo de la muerte. Rostros de temor, gritos ahogados, desesperación…

-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. Yo dibujé mis labios sobre los tuyos, dije que te amaba y nos hicimos uno en la noche. El fuerte latido de tu corazón, las dulces lágrimas brotando de tus ojos o la sangre resbalando entre mis dedos. No sabría decirte qué fue lo que me enamoró…

Y los campos verdes pintados de gris se tiñeron de sangre. Y el sol cayó de su celeste bóveda. Y la luna se escondió detrás de las estrellas. Y el ruido se convirtió en el silencio que acompaña a las almas en pena. Y el mundo se detuvo apenas unos instantes. Y la vida se convirtió en una breve sucesión de imágenes a lo largo de un túnel sin luz. Y Dios le dio la espalda al universo para girarse en la eternidad…

-¿Recuerdas aquel día?
-No ¿qué día?
-El día que dijiste que me amabas.
-Sí, aún lo recuerdo. Aquel día te maté…



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