20111003

¿Recuerdas aquel día?



-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. El viento arrastrado por las flores de otoño, la alegre cara del sol entre tus cabellos, o quizás los perlados ojos de la luna en tu sonrisa de caramelo. No sabría decirte qué fue lo que me hizo quererte…

Los pasos sonaban tenues, marcados por la solemnidad de un réquiem interpretado por su magnánima orquesta de premura. El vibrar del suave cordófono, el chocar de las ramas al compás, la pasividad de las miradas enmascaradas con tristeza, el pizzicato de la lluvia, la intromisión del trueno, la fuerza del metal, la soledad.
Aquellas pútridas caricaturas de odio inundaban el ambiente con el olor del desprecio, del odio. Sus humeantes cuencas de ojos vacíos, apenas podían alejarse de mis pupilas.
Sus simiescas y deformes figuras eran la encarnación de la desdicha, la envidia, la hipocresía, el dolor. Aquellas patéticas sombras a las que yo llamaba “amigos”, no eran más que tristes marionetas, trastos inútiles nacidos de la mugre, desperdicios, el Mal…

-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. Era frío, triste, gris. La alegría parecía muerta. Los ánimos, quejumbrosos, obsoletos, acabados. El lacio pelo sobre tus hombros o la apagada sonrisa de sabor amargo. No sabría decirte qué fue lo que me hizo odiarte…

El aleteo de los cuervos bajo la lluvia, rompiendo la hermosura de la tensión del silencio. Las nubes escondidas en la inmensidad del horizonte como un negro manto de osadía. Los cuchicheos, las voces de la perdición, el turbio ambiente, los ecos de aquellos que fueron y ya no son, el tiempo perdido, la infinitud de un recuerdo que se disipa en el tiempo, lágrimas que se pierden en la lluvia y besan la tierra, el gélido abrazo de la muerte. Rostros de temor, gritos ahogados, desesperación…

-¿Recuerdas aquel día?
-Sí, aún lo recuerdo. Yo dibujé mis labios sobre los tuyos, dije que te amaba y nos hicimos uno en la noche. El fuerte latido de tu corazón, las dulces lágrimas brotando de tus ojos o la sangre resbalando entre mis dedos. No sabría decirte qué fue lo que me enamoró…

Y los campos verdes pintados de gris se tiñeron de sangre. Y el sol cayó de su celeste bóveda. Y la luna se escondió detrás de las estrellas. Y el ruido se convirtió en el silencio que acompaña a las almas en pena. Y el mundo se detuvo apenas unos instantes. Y la vida se convirtió en una breve sucesión de imágenes a lo largo de un túnel sin luz. Y Dios le dio la espalda al universo para girarse en la eternidad…

-¿Recuerdas aquel día?
-No ¿qué día?
-El día que dijiste que me amabas.
-Sí, aún lo recuerdo. Aquel día te maté…



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