20110624

Testimonios...

-Por favor abogado, prosiga con el testimonio del acusado.
-Claro señoría.
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Era relativamente temprano, apenas las siete o las ocho de la mañana. La ciudad se estaba despertando. Un inmenso número de células encarnadas por los ciudadanos vagaba rumbo al corazón de la ciudad, a través de las innumerables arterias que comprendían el sistema radial de aquel lugar.
Nada era nuevo para Steve: las escaleras, el bullicio, los estruendos y el ruido, un tren que siempre se retrasa, trompicones y tropiezos, el baile de los vagones sobre las vías, y una larga lista compuesta por un enorme "etc".
Steve trabajaba en una enorme empresa de vaya usted a saber qué. El edificio en el que se encontraba su oficina, era un edificio algo común, como todo el mundo imagina que son los edificios de oficinas: grande, ligeramente lúgubre y grisáceo, recubierto por grandes ventanales de cristal tintado.
Aquel día, fue un día muy especial para Steve, el día en que la empresa le concedió un móvil, el día en que la empresa le condenó.
"Al habla Steve. Sí, debería invertir en... No, no se trata de un seguro de vida señora, consiste en... De acuerdo, sí, a las nueve sobre su mesa estarán..."
El trabajo de Steve presentaba al igual que muchos otros trabajos, un factor o detalle fundamental: contacto con el cliente. Esto suponía un constante desplazamiento de aquí para allá, un perpetuo movimiento que lo convertía en un hijo del viento y la incertidumbre. Pero Steve no tenía permiso de conducir, y se veía obligado la mayor parte de las veces, a utilizar el transporte público, en especial el metro.
Lentamente, el estrés se fue apoderando de Steve. Se sintió inundado por un sentimiento inevitablemente trágico cuyo origen desconocía. Ya no era el mismo, como si algo en su interior estuviese podrido, y al igual que en una bolsa de manzanas, todo su interior se fue pudriendo...
Cierto día, Steve descubrió la paz. Viajando en el metro, se percato de la inutilidad de su móvil, y de la paz, de la tranquilidad que aquel hecho le suponía.
Poco a poco, Steve fue alargando sus trayectos, buscando tretas y largos caminos en los que salvaguardarse. Aquello se convirtió en una rutina cada vez más frecuente y duradera. Aquello se convirtió en una desquiciada paranoia que engulló a Steve. Llevando a su esposa al abandono. No era capaz de seguir con aquel hombre que hacía llamarse Steve, pues no era el mismo hombre del que se enamoró. Ahora era una persona frágil, oculta en sí misma.
Steve comenzó a enloquecer estrepitosamente, a escuchar voces y tener alucinaciones esquizoides...>>
-Disculpe señoría...-Interrumpió uno de los testigos presenciales.
-¿Qué ocurre testigo? ¿Encuentra algún error en el testimonio del acusado?
-Sí, Steve vivía solo, no estaba casado...  

20110622

Próxima estación.

El repetitivo balanceo del vagón, llevaba horas siendo una monotonía constante. "Tac tac" sonaba a cada cambio de vía, al tiempo que se producía un nuevo balanceo en el vagón. De fondo se oía el insoportable zumbido de los túneles.
Steve se encontraba sentado en un solitario asiento de un vagón cualquiera, en un metro cualquiera de una línea cualquiera. No le interesaba viajar...
Hacía horas que estaba sentado en aquel lugar en concreto. Pero para él, era algo extraño que se había transformado en un rutina: sus horas se habían convertido en días, y sus días se limitaban a un sin fin de transbordos y cambios de línea. Todo el día de aquí para allá, sin buscar nada en concreto, sin esperar nada en concreto, sólo el tren...
Steve era pálido, de complexión débil y estilizada. Cara picuda de pómulos muy marcados; ojos de azabache; pelo ponzoñoso y enmarañado a tono con sus ojos.
Steve era una persona tranquila y paciente. Nunca había destacado en nada. Estudió en escuelas públicas, en las que nunca destacó por un comportamiento notorio o unas notas sobresalientes. Años más tarde entró a trabajar de oficinista: un cubículo con mesa y ordenador, un calendario erótico en la pared de la izquierda, una grapadora y un bote para guardar los utensilios de escritorio.
Pero aquel día, en aquel preciso instante, sí, en ese lugar allí sentado, mecido por el balanceo del tren, abotargado por el zumbido que este producía, hastiado por el infernal chirrido de las vías, no era el mismo Steve.  Se trataba de un Steve alterado, nervioso, asustado. Sus incesantes e interminables días de travesía por la extensa red subterránea, no involucraban el afán del transporte, sino el afán de la huida.
Steve huía de algo que él mismo desconocía. Simplemente huía...
Se escuchó una musiquita por la megafonía. Y Steve, moviendo alteradamente las piernas arriba y abajo, subió la cabeza listo para escuchar.
"Próxima parada ...". No se logró identificar cuál era el nombre de la parada. En lugar de eso, se escucho una voz distorsionada, grave, como si la grabación se hubiese quemado.
Steve abrió los ojos repentinamente, se había quedado dormido. Miró a través de la ventana que tenía enfrente, procurando averiguar en qué estación se encontraba. No obstante, el vagón cerró sus puertas, y no logró leer el cartel. Nuevamente y de forma cansada, al tiempo que soltaba un suspiro, se tiró sobre el asiento. Steve, asqueado por un repentino dolor de cabeza, cayó en la cuenta de que estaba solo en el vagón, y asomó la cabeza mirando a sendos lados. Estaba solo en el tren...
"Sígueme..." Dijo una voz débil que Steve decidió ignorar, identificándola como una ilusión sonora que se había mezclado con el ruido del tren. Pero aquel triste argumento no impidió que a Steve se le acelerasen los latidos, que se dilatasen tanto sus arterias como sus venas, fluyendo así la sangre más rápido; que su organismo comenzase a liberar una pequeña dosis de adrenalina, dilatando sus pupilas, y empapando su camisa de sudor.
"Sígueme..." Esta vez la voz fue clara y directa en su oído. Steve, asustado, comprobó nuevamente que era el único pasajero en el metro. Así era. Y con un suspiro de alivio, parpadeó y apoyó su espalda contra el asiento. Enfrente suya había una figura con un rostro vacío: sin ojos, sin nariz, sin boca, sin rasgos, sin cara...
El corazón de Steve se arrejuntó en un puño fuertemente apretado, en apenas la milésima de segundo que tardó en parpadear. Enfrente sólo estaba su reflejo en el cristal...
"Tac tac" sonó el tren sobre las vías. Una breve melodía dio paso a la voz del interfono: "próxima estación..." Y un grito ahogado proveniente de los altavoces, acompañó la repentina frenada del tren.
Steve, ahogado por el pánico, contempló impotente como se iban apagando una a una las luces de los vagones.
Le invadieron los recuerdos futuros. Una vívida imagen apareció frente a él, un diálogo con su esposa.
<<-Steve, yo...- Dijo Lana con voz preocupada.
-No te preocupes Lana, sabes que te amo, no hay nada de qué preocuparse.- La interrumpió Steve mientras sacaba un cuchillo de un cajón. Y la asestaba la primera puñalada en su tripa embarazada.
-Pero...dijiste que me amabas.
La segunda puñalada fue directamente al pecho, quizás de la que más sangre emanó. La tercera fue en la cara... >>
"¡No!" Gritó Steve desesperado, impotente ante aquella macabra escena. Pero las puñaladas seguían y seguían, emanando sangre por las rendijas del techo del vagón, inundándolo todo. Los jadeos de Steve se hicieron fuertemente ruidosos e irregulares. Estaba de pie en mitad del vagón iluminado, estando todo lo demás en la penumbra. La sangre se había apoderado de paredes y asientos. Unas siniestras risas inundaban el ambiente. El jadeante Steve, era el protagonista de aquel pintoresco espectáculo. Siendo premiado con el vigoroso aplauso de la multitud. El público le aclamaba, le adoraba, sólo podían gritar su nombre.
Silencio.
Se iluminó el vagón continuo, observándose al fondo un cuerpo encogido, agazapado y sollozante. De su boca emanó un leve sonido conjugado en palabras: "¿Por qué Steve, por qué? Dijiste que me amabas, que siempre estaríamos juntos ¿Por qué lo hiciste?" Aquella figura rompió a llorar desesperadamente.
-¿Lana?- Preguntó Steve con voz quebradiza.
La figura levantó la cabeza, mostrando su rostro ensangrentado, sin ojos.
-Claro que soy yo Steve ¿es que ya no reconoces a tu propia esposa? ¿Es que acaso me has olvidado porque me estoy haciendo vieja? ¿Qué ocurre Steve, te parezco fea, ya no soy lo suficientemente atractiva para ti? ¿Es por eso que me mataste Steve? ¿Por eso?...
Steve totalmente petrificado por el miedo, comenzó a correr hacia atrás, huyendo de aquel ser.
Las luces se fueron encendiendo a medida que Steve avanzaba entre los vagones, hasta que advirtió una pequeña figura en el suelo. Era una figura de aspecto fetal, rolliza y deforme. Se encontraba rodeada de un pequeño charco de sangre.
Steve quedó quieto intentando descubrir qué era aquello. Pero entonces la figura se movió, dejando a la vista su aspecto de feto a medio formar.
-¿Papá, por qué me mataste?...

Steve abrió los ojos repentinamente, se había quedado dormido. Miró a través de la ventana que tenía enfrente, procurando averiguar en qué estación se encontraba. Se abrieron las puertas y comenzó el transito de pasajeros. Steve se dispuso a salir, pero se cerraron las puertas, y el tren partió...

20110620

El significado de la lluvia

Alguna vez me preguntaste qué significaba la lluvia. Tal vez no lo recuerdes, eras tan joven y alocada, tan estúpida y olvidadiza. Tus ojos ardían con el fuego de una estrella en invierno: lleno de esperanzas e ilusiones, de metas futuras, de amores por descubrir, de pasión, de sensualidad, de alegría.


Aquel día salimos al bosque. La primavera se había apresurado, mostrando sus nuevas galas en el impaciente mes de agosto. El mundo parecía haberse vuelto del revés. Las mañanas se tornaron azules y oscuras, salpicadas de cientos de miles de millones de pequeñas manchas brillantes y esclarecedoras, pero todas ellas acompañadas del magnánimo sol en el atril del director. Las noches, por el contrario, eran cálidas y acogedoras, envueltas en un olor dulzón, mojado, que me recordó aquellos meses de verano...


Caminamos durante día y medio. Tú ibas a la cabeza, tirando de mí, sonriéndome a cada momento para que así continuase recorriendo el camino. Primero el pie izquierdo: un paso inseguro y atolondrado, digno de mi torpe ser. Pero finalmente lograba tomar contacto en tierra firme, y pisaba asegurándose de que así fuera, que no era una mentira, una simple imagen en mi cabeza. Acto seguido y cargado de bravura, se disparaba el pie derecho: envuelto en la soberbia y el afán de superación, hacía de tripas corazón y adelantaba al pie izquierdo. No obstante, el pie izquierdo inconforme, se sentía humillado, por lo que repetía el proceso anterior. Concluyendo en un ciclo vicioso y repetitivo que lograba hacerme caminar. Pero sin duda, tu mano agarrando mi mano, y tu sonrisa entre mis ojos, eran el mejor aliciente para permitir a mis pies llevar a cabo estúpidas disputas.


La primera vez que te subiste a un tocón y me besaste, me pilló por sorpresa. Estaba tan distraído procurando no caerme, que cuando me sujetaste por los hombros, apresuraste a enfrentar nuestros rostros y dejaste que nuestros labios tomasen ejemplo, abalanzándose los tuyos sobre los míos, como en una tormenta de pasiones ;mi corazón latió tan fuerte que creía que se iba a arrojar a abrazarte, y así estar contigo siempre.


La calor se cernió sobre nosotros cuando aún estaba oscuro, envolviéndonos en el bochorno de la noche. El sol se iba alejando poco a poco, pero las pequeñas estrellas aún nos seguían, cuchicheando entre fugaces tintineos. Y pronto las nubes se agazaparon, abrazándose en un sinfonía de truenos y rayos. Durante la que planearon el movimiento siguiente: la lluvia.


Llegamos a un claro situado en el centro del bosque. Y nos topamos con el sol y la luna. Por uno de los lados se divisaba el cielo oscuro, dominado por el sol y pequeñas estrellas. Por el otro lado, el día capitaneado por la solemne luna. Nos encontrábamos entre el día y la noche. Nos encontrábamos en un claro, rodeado de nubes al comienzo de una sinfonía. Entonces, llovió y llovió y llovió. Llovió durante horas, pero el claro seguía seco, justo entre el día y la noche. 
A las pequeñas gotas de lluvia se unieron los árboles, y las flores, y los pájaros y tú y yo...
Recuerdo que aquel día me preguntaste qué significaba la lluvia, y yo no supe qué contestar.
Ahora, de rodillas frente a un lápida con tu nombre puedo decir que la lluvia significa dolor, soledad, amargura. Que la lluvia son las lágrimas del viento y las estrellas, las lágrimas de los que fueron y no serán, las lágrimas del alma y el tiempo, las lágrimas de la eternidad. Que la lluvia es el manto que esconde las lágrimas que se deslizan sobre mi rostro. Que la lluvia el sonido de la tierra. Que la lluvia es el olor de la melancolía. Pero la lluvia no es sólo eso. La lluvia también es pasión, alegría, felicidad, valor. Que la lluvia son todos los momentos en los que te subiste a un tocón y me besaste. Que la lluvia es el eco de tu sonrisa. Que la lluvia es todas las veces que dije que te amaba. Que la lluvia es todas las noches que nos hicimos uno. Que la lluvia es sólo eso...lluvia... 
Intento tragarme el dolor. Intento dejarme llevar por el orgullo, pero no puedo. Intento no llorar. ¿Para qué? Sólo estoy mal gastando fuerzas, sólo sufriré más.
Las lágrimas inundan mi rostro hinchado y se pierden en la lluvia. Siento como el vacío se apodera de mí por última vez. Siento como las palabras taladran mi cabeza cada vez que miro la piedra mojada y leo: "no diré que no lloréis, pues no todas las lágrimas son amargas". Tenías razón, pero estas son las lágrimas más amargas de todas...

20110615

Umi

No sé si es el rojo de tu pelo;
quizás el fuego que esconden tus palabras:
la infinitud eres tú Mar
cuando me pierdo en tu mirada.
Tal vez el oleaje en que meces mis pensamientos,
o el olor de la brisa que arrastra el viento;
quizás la sal que se adhiere a mi cuerpo.
Es tu marea, Mar,
la que calma mi dolor,
la que deja el camino suave
y traza círculos en la arena.
Dime Mar,
si abriera los ojos dentro de ti,
¿cómo vería el mundo?
¿se marcharía el gris de mis ojos?
¿se esfumarían las cenizas de mi corazón
o la escarcha que cubre mi alma?
¿dejaría de sentirme solo?
Dime Mar,
si abriera los ojos dentro de ti,
¿vería la musicalidad de tus entrañas?
¿escucharía el latir de tus sentimientos?
Quizás sólo retornase a una honda orilla
para coger la caracola que me escupa al oído
de qué está hecha tu locura.
Quizás sólo retornase a una honda orilla
con una botella vacía, 
un fuerte dolor de cabeza
y la tristeza quemando mis pupilas.
Y se hará de noche Mar,
bailarán sobre ti las estrellas,

haciéndote la sombra del cielo:
no.
Siendo el cielo de ti, la sombra...

20110612

No me apetece escribir.

No me apetece escribir...
No sé si estoy triste o cansado, quizás sólo sin inspiración. Pero no me apetece escribir.
No quiero deslizar mis dedos sobre el teclado, sobre cada una de las letras que conforman mis palabras. Ni quiero escuchar el fluido pero incesante repiqueteo a cada momento. Tampoco estoy seguro de lo que puedo pensar o sentir, ni de qué soy consciente en este momento.
Escucho de fondo música en el piano de mi casa. Entre algunas notas mal-sonantes, se puede distinguir la melodía de una de las canciones de "Jesucristo Superstar". Pero no es el único sonido que me invade: voces inusitadas, el chocar de cubiertos y platos, el golpear de las puertas, pasos sordos, el chirrido de puertas y cajones, pájaros, tristes ecos de televisiones. Los sonidos que se pierden entre los muros del edificio; suben y bajan por las tuberías, por el patio, entre las casas, entre mis oídos, en mi cabeza.
Tal vez sólo sea indiferencia, un tornado de pensamientos estúpidos y aleatorios que aparecen frente a tus ojos, que se proyectan en tu cerebro causando el efecto de una leve brisa en el mar. Estas intuiciones, inútiles y absurdas ideas de mi pensamiento, son moldeadas de una forma suave y grácil que resulta incluso erótica. Se convierten en el croquis de un color vacío y puro de contenido, infundado en la anegación que mancha la rugosa superficie de tela que conforma el lienzo...
No obstante sigo sin saber. Pero me es indiferente, me da igual lo que ocurra o lo que pueda pasar, seguiría sin encontrarle un sentido. ¿Un sentido, para qué? ¿Acaso cambiaría algo? Realmente no, no estoy triste, sólo indiferente...
Llaman al teléfono: hoy podré cenar en silencio.
Puede ocurrir que esté cansado. Cansado de pensar en mis tonterías, cansado de jugar a los videojuegos, cansado de mi familia, cansado de mis amigos, cansado de "tocar" la guitarra. ¿Cansado de qué? No lo sé, puede que cansado de esperar sin saber qué es lo que espero...
Después de todo, no me apetece escribir...

20110609

Hoy no encuentro nada

Hoy no encuentro las palabras adecuadas para dedicarte un estúpido poema. Ni una original idea para escribir al menos una historia breve, un relato. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro el orden en mi cabeza. Ni un sentido lógico a este o aquel día de mi vida. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro la inspiración en mis entrañas. Ni entre los nudos de mi enmarañado sopesar o en mis sesudos razonamientos. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro la manera de expresar mis pensamientos. Ni apenas un gesto para mostrar lo que puedo sentir o lo que siento. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro el aire entre mis pulmones. Ni la más mísera gota que calme mi sed. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro la forma de tu mirada. Ni tus labios en su deviedo habitual. No, ni siquiera...
Hoy no encuentro a la lluvia en mi camino. Ni razones por las que salir a buscarla. No, ni siquiera...
Te las has llevado tú...

20110607

Mis memorias tristes.

Se han manchado de tinta mis pensamientos.
He roto un vaso vacío de mentiras.
Han llamado a la puerta y no era nadie.
He gritado un nombre y se lo ha llevado el viento.
He gritado tu nombre y me lo ha devuelto el eco.
Se han perdido tus vocales en el mar.
Se han perdido las sílabas entre las gotas de lluvia.
Ha caído el viento sobre mi tristeza.
Ha parado el tiempo pero aún llueve sobre mi cabeza.
Han aparecido piratas en el borde de mis pestañas.
Se han hundido barcos en el fondo de mi corazón.
Se han caído las hojas de otoño y estamos en primavera.
Han aparecido nubes entre tú y yo, ellas la frontera.
Los sueños en han convertido en sueños.
Las pesadillas en realidad.
La penumbra ha tomado la alegría.
La alegría ha vendido su deidad.
El Sol no ha salido por el este.
La Luna no se deja vislumbrar.
Han enmudecido las palabras tristes.
Las palabras bonitas ya no quieren sonar.
Ya no haré recuento de mis memorias.
Hablemos de amor, hablemos de soledad.

20110605

Aquella noche

Todo ocurrió durante el cambio de estación. Rápido, sencillo, breve e intenso.Como solía ocurrir año tras año. El sol cabalgaría horizonte abajo, poblando de colores todo el mar a su paso. La luna, muy enamoradiza ella, asomaría su rollizo rostro envuelto en pálidos colores. Las estrellas -los deseos de cuando somos niños y aparecen al morir- chapotearían en el oleaje, en la calma del mar, e inundarían el aire con su sabor de esperanza.
Sobre las velas ondearían diversas texturas. Sobre las velas ondearía la musicalidad del mar. Sobre las velas ondearía tu cuerpo desnudo aquella noche, ¿lo recuerdas?, cuando la magia nos vino a visitar. Tú estabas sobre mi pecho, cálida e inerte, quieta, como si yacieses sobre el lugar en el que pasar la eternidad. Cada bocanada de aire me sonsacaba una sonrisa de alivio. -Sigue viva.- decía entra breves risotadas para no despertarte.
<< -Cuando duermes no haces ruido, pareces muerta.
-Entonces algún día seré un hermoso cadáver.
-Sólo si la muerte no cae prendada a tus pies.


Ella mira por la ventana de la habitación. Cuando mira al mar se le iluminan los ojos. Se enciende una hoguera en su corazón y alumbra las pesadumbres, dejando a un lado cualquier mancha escamoteada en su espíritu.
-En qué piensas cuando miras el infinito.
-No pienso en nada, por eso me gusta mirarlo. Me gustaría conocerlo, navegar y vivir aventuras. Incluso podríamos ser piratas.-Una sonrisa afloró en su rostro.
-Si es lo que quieres, compraré un barco y te llevaré más allá del horizonte. 
-¿Lo prometes?
-Lo prometo.>>
Cayó la magia del cielo, y la luna nos arropó con su manto. Yo la abracé con fuerza. Delicadamente dibujé su contorno con mis manos: línea por línea, curva por curva. Clavó sus ojos sobre los míos, desnudando mis pensamientos. Me arrancó un pasional beso que escarmentó con una cara de placer y sorpresa cuando acaricié su sexo, cálido y húmedo, esculpido por los dioses. 
Jugueteaba con mis dedos entre mordiscos y arañazos, entre suaves gemidos, besos y abrazos.
Entonces ella quiso más, guiando mi pene hacia su interior. 
Aquella noche de gritos, en que nos visitaron las estrellas. Aquella noche de cuerpos sudados, en la que nos convertimos en el cuadro que pintó la luna. Aquella noche en la que el sol nos encontró de madrugada. Fue aquella la noche en que nos hicimos uno.

Vacío

Vacío.
Todo amaina en mi cabeza,
todo huye de mi mente,
todo se vuelve nada...
Vacío.
Ya no hay pensamientos,
ya no hay dudas,
ya no hay dolor...
Vacío.
Se antojan sombras,
se antojan mentiras en la nada.
Pero son sólo eso:
vacío.

¿Quizás en mi corazón algún retazo?
No,
sólo vacío.
¿Y los sentimientos?
Se los llevó el diablo,
junto con mi voz,
junto con mis pensamientos,
junto con tu recuerdo.

¿No queda nada, sólo vacío?
Sólo vacío,
sólo un amargo sabor a ceniza en mis labios,
sólo el sentir de unas manos frías y muertas,
sólo el vacío de unos ojos hinchados.
Vacío.

Se extiende por mi piel.
Envuelve mi vida,
envuelve mi tiempo,
envuelve mi nada...
Vacío.

Se filtra por mis poros.
Se esconde en las sombras,
anega mi odio y mi pasión.
Vacío.

Envenena mi sangre,
envenena el aire que respiro,
envenena mi ser.
Vacío.

Se hace eterno en mi mirada,
se desvanece en un segundo.
Se adhiere a mis sueños,
destruye mis esperanzas.
Pero no es nada,
no ocurre nada salvo eso:
nada.
Sólo vacío...

20110603

Azul añil.

Y empiezas así con tu sonrisa,
Arrastrándome a la más honda locura.
Sordos dejas mis sentidos ,
Enmudeciendo mis pensamientos.
Silbando con tus gemidos al dulce silencio:
Arañando las vestiduras del negro cielo.
Marcando el compás con tus caderas.
Oteando el placer y su hermosura.
Rozando con tus labios, la más dulce amargura.

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