Ese es el sentimiento que me atormenta.
Es algo que no puedo eludir, mi corazón me ruega verla, abrazarla, besarla, pero mi mente, maldita bastarda racional, me lo niega, me obliga a quedarme quieto mientras siento como la rabia producida por la impotencia me invade, pero, ¿Cómo voy a callar la rabia si sé que no puedo odiarla?
Y ahí estoy yo, abrazado a ella, odiándome a mi mismo por no querer hacerla daño, porque me odiaría aún más si ella se sintiese mal por mi culpa.
No puedo dejar de verla, porque, aunque sea algo que me he autoimpuesto, no debo dejar que se sienta sola, aunque ese hecho signifique coger mi propio corazón y mutilarlo de tal manera que deje de hablar.
Ella me sonríe, yo la sonrío, ¿Qué otra cosa puedo hacer si no?
No quiero, no, no debo expresarle mis sentimientos, porque no podríamos aguantarlo ninguno de los dos, es por eso que prefiero decir lo que no creo, lo que no quiero decir para que no sufra. Mi corazón lo llama hipocresía, mi cabeza lo llama responsabilidad.
Cuanto más tiempo estoy con ella menos me importa el futuro o el pasado, ya que cuando la abrazo, mi mundo se detiene y es como un placebo para mi corazón, el cual deja de llorar, y es cuando mi mente me golpea y me despierta de mi éxtasis.
Ella quiere la protección de un hermano mayor, y yo, ingenuo infeliz, se la proporciono, no puedo odiarla por quererme, ya que yo soy su hermano, y ella solo quiere que siga siéndolo.
Ella me persigue en mi consciencia, su imagen idealizada que mi mente, o tal vez mi corazón ha creado para atormentarme.
Mientras, debo acallar a mi corazón de nuevo y fingir que estoy bien si me preguntan, pero, si ella lo hace eludo dar una respuesta, pues no puedo mentirla, pero por supuesto no puedo (o quizás no quiero) ser sincero con ella.
Cualquier oportunidad que tuviese se ha esfumado, ahora la resignación es mi nueva mejor amiga.
Baladas tristes vienen a mi corazón, ahora teñido de azul, mientras mi cabeza me dice que he hecho lo correcto, soy un pelele, un muñeco sin vida, que no hace más que dar torpes pasos hacia uno y otro lado.
Y ahora es cuando la rabia desde mi estomago me invade a pasos agigantados ya que mi mente me prohíbe acallarla y mi corazón esta demasiado maltrecho como para enfrentarse a ella.
¿Es la rabia mi enfermedad o lo es el amor?
"Y ahí estoy yo, abrazado a ella, odiándome a mí mismo por no querer hacerla daño"
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